Herminia Luque presenta la novela ganadora del Premio Málaga 2015, ‘Amar tanta belleza’

Pasión, crímenes e intrigas en la España del siglo XVII. Una historia protagonizada por María de Zayas y Ana Caro Mallén

El Premio Málaga de Novela, galardón que convoca el Instituto Municipal del Libro de esta ciudad con la colaboración de la Fundación José Manuel Lara, se presenta el próximo lunes, 21 de septiembre, en el Ayuntamiento de Málaga. ‘Amar tanta belleza’, de la escritora andaluza Herminia Luque, ha sido la ganadora del certamen de este año. Dos figuras reales del Siglo de Oro, las escritoras María de Zayas y Ana Caro de Mallén, más conocidas por sus obras que por su borroso itinerario vital, protagonizan esta novela absorbente y perturbadora. El jurado, formado entre otros por Luis Alberto de Cuenca, Eva Díaz, Alfredo Taján, Antonio Orejudo y Antonio Soler, destacó lo fidedigno de la reconstrucción de la época y la amenidad de un relato que “se cuela en la piel de los personajes”.

Las escritoras María de Zayas y Ana Caro de Mallén, dos mujeres que vivieron en el Siglo de Oro español, protagonizan la novela ganadora del Premio Málaga 2015. ‘Amar tanta belleza’, de la escritora y ensayista Herminia Luque, recupera a estas dos figuras,  más conocidas por sus obras que por su borroso itinerario vital. Ellas protagonizan esta historia que comienza en el Madrid de 1637, cuando doña Ana llega a la capital del reino para dar impulso a su carrera literaria. A partir de los documentos encontrados por una profesora universitaria –entre ellos dos testimonios autobiográficos: una carta de Ana Caro y otra de María de Zayas– se narran las apasionantes peripecias de las dos autoras, a la vez que nos sumergimos en el contradictorio mundo de la cultura del Barroco.

La novela da comienzo con un macabro hallazgo: tras el muro de una casa, ha aparecido el cadáver momificado de una mujer. Y en los ropajes de la emparedada pueden leerse –bordadas en hilo carmesí– estas misteriosas palabras: “Mi hermano me puso aquí”.

¿Qué ha supuesto para su trayectoria como novelista ganar el Premio Málaga de Novela?

– El espaldarazo que necesitaba mi labor creativa. Un premio de esta categoría, con el apoyo de la Fundación José Manuel Lara y la iniciativa del Instituto Municipal del Libro de Málaga, aporta una enorme visibilidad a una obra en un panorama literario caracterizado, paradójicamente, por la sobreabundancia y la escasez. Sufrimos la hiperoferta descentralizada y multiforme que aportan los nuevos formatos electrónicos (las nuevas formas de edición y distribución, los mutantes modos de leer también), y la precariedad de los itinerarios para la creación con un cierto nivel de exigencia. No hay oficio más anómalo que el del escritor, el cual muchas veces ha de optar entre escribir lo que supuestamente demandan los lectores, o escribir lo que le da la real gana, que es más o menos lo que he hecho yo.

¿Cómo y por qué se produce su acercamiento a las figuras de María de Zayas y Ana Caro?

– Estaba documentándome para otra novela, ambientada también en el siglo XVII, pero en otro contexto geográfico, y buscaba un personaje femenino que hubiese publicado algo. Y aunque encontré alguna referencia interesante, me di de bruces con el poderío literario de María de Zayas, autora de unas novelas -tachadas en muchas ocasiones de escandalosas- en las que se cuestiona el papel de las mujeres en la sociedad de su tiempo. Mujeres doblemente subordinadas: plegadas a los intereses de los hombres y a las limitaciones de una sociedad estamental, es decir de una sociedad del privilegio. De la vida de María de Zayas, además, tenemos muy pocos datos y eso me daba la oportunidad de fabular a mi antojo. Abandoné entonces el otro proyecto y escogí a María de Zayas y Ana Caro como protagonistas. Ana Caro, otra mujer singular autora de una obra de teatro cuyo título es ya una declaración programática, como es ‘Valor, agravio y mujer’. En ella, su protagonista, Estela, se viste de hombre y se planta en Flandes para vengarse del amante que la ha seducido y abandonado.

¿Le interesa especialmente el papel de la mujer, de las escritoras, en la historia de la literatura? ¿Ha estudiado otros personajes similares?

– Mucho. Con veinte años leí el estudio de Octavio Paz sobre Sor Juana Inés de la Cruz, y desde entones no he dejado de interesarme por toda una genealogía de escritoras, una herencia viva que tenemos por fuerza que conocer. No puede repetirse la historia de escritoras españolas del siglo XVIII que, cuando acceden a la autoría, ignoran la existencia de figuras como María de Zayas y han de remontarse a la Antigüedad clásica (Safo, Corina) para afirmar la existencia de mujeres que fueron importantes en el mundo de las letras.

¿Cree que ha habido discriminación de género a la hora de valorar y criticar la producción de mujeres, como es el caso de sus dos protagonistas?

– Por supuesto. No hay más que acudir a las biografías de autoras no tan lejanas como Emilia Pardo Bazán (muere en 1921, no hace ni un siglo), que fue vapuleada por ser mujer –literata era el término, cargado de connotaciones negativas con el que se descalificaba a las escritoras. Un eminente crítico como Leopoldo Alas Clarín descalificaba una de sus novelas tachándola de “antipático poema de una jamona atrasada de caricias”. (‘La Regenta’ no era la historia de una señora insatisfecha sexualmente?).

– ¿Pasiones, intrigas y crímenes son ingredientes de éxito en una novela?

– Son tres ingredientes que apelan a cosas muy humanas, elementalmente humanas como  son el amor, la muerte y la curiosidad por saber –por saber del vecino más que de física cuántica, claro. Pero, en sí mismos, estos ingredientes no garantizan nada: ni que la novela sea buena ni mala ni un éxito ni un fracaso. Y al éxito hay que ponerlo en su justo sitio. Porque el éxito sin calidad no vale nada (¿quién se acuerda de los folletinistas del XIX, que se hincharon de ganar dinero?). O, mejor dicho, vale exactamente lo que vale: su traducción en numerario…. Pero la literatura debe aspirar a algo más, a ser algo más, para sus contemporáneos y para las generaciones futuras. Y lo demás son leche y habas.

Para poner en pie su novela, nos introduce también en el ambiente cultural del Barroco ¿nos puede sorprender?

– Sorprende que en una sociedad inmersa en un deterioro económico gravísimo, con unos índices de analfabetismo que pone los pelos de punta –todavía a mediados del siglo XVIII sólo sabía leer un 30% de la población masculina y un ¡4%! de la femenina- , hubiese una explosión de creatividad literaria y artística semejante. Escritores de la talla de un Góngora, un Cervantes, un Lope; artistas como un Velázquez, un Zurbarán, un Alonso Cano, figuras todas de importancia universal.

– ¿A qué obedece el título de la obra?

– A unos versos de María de Zayas incluidos en su segunda colección de novelas, ‘Desengaños amorosos’, que dicen así:

Así gasta, llorando,

su bien perdido tiempo

que amar tanta belleza

gloria es, que no tormento

Toda una teoría del amor –un amor platonizante, cortés, mediatizado por un conjunto de códigos literarios-  que se infiltra en su poesía. Poesía paradójicamente mucho más optimista con respecto al amor que el conjunto de sus narraciones propiamente dichas. En éstas, las mujeres son perdedoras natas: siempre pierden en el juego del amor, juego de poder al fin y al cabo. Y las digresiones de doña María no dejan ningún género de duda acerca de su pesimismo sobre las condiciones de vida de las féminas de su tiempo. La práctica desaparición de su memoria por poco no acaba dándole la razón del todo.

-¿Qué está escribiendo en la actualidad?

– Ensayo, un género al que también he dedicado buena parte de mis energías creativas. Próximamente será publicado ‘Siempre guapa. El imperativo estético en la sociedad contemporánea’, un libro que obtuvo un galardón en el XV Premio de Ensayo ‘Carmen de Burgos”’. Y una nueva novela también se dibuja en el horizonte… Aunque todavía me encuentro apresada en las maravillas de la literatura y el arte del Barroco; me costará salir de tanta belleza (el otro día, al despedirme de mi hijo, me encontré diciendo “voyme”, ja, ja…).