Luis Alberto de Cuenca y Andrés Trapiello inauguraron esta cita, que pretende profundizar, difundir y dialogar sobre la poesía actual
Lleno absoluto en la inauguración del ciclo ‘Poesía en Vandalia’, que anualmente organiza la Fundación José Manuel Lara, con la colaboración del ICAS y la Orquesta Barroca de Sevilla. Luis Alberto de Cuenca -un autor con una trayectoria poética “muy dilatada en el tiempo”- y Andrés Trapiello -un escritor “versátil, prolífico y con una obra muy amplia”-, según el director de la colección Vandalia, Jacobo Cortines, fueron los encargados de abrir estas jornadas, que convierten cada año a Sevilla en “capital de la poesía” gracias a estas jornadas marcadas por el diálogo y la reflexión sobre la creación, en las que se exponen las diversas formas de concebir la poesía por encima de generaciones, gustos, escuelas o afinidades.
Tras la bienvenida al Espacio Santa Clara a cargo de la directora de la Fundación Lara, Ana Gavín -que resaltó que cada edición esta iniciativa logra reunir “a más público y más fiel”-, intervino Luis Alberto de Cuenca, quien confesó que, dentro del conjunto de su amplia obra, “la poesía es de lo que más contento estoy, porque es con lo que más me he divertido. Me considero por encima de todo poeta, porque me siento muy a gusto y no sufro cuando escribo poemas”. Para el autor de ‘La caja de plata’, “la música que le ha traído la poesía le ha proporcionado también algo muy parecido a la felicidad. Sin música y sin emoción no existe la poesía, y no sé qué misterios profundos la envuelven que me hacen disfrutar tanto de ella”.
Por su parte, Andrés Trapiello, quien recibiera el Premio Fundación Juan Manuel Lara en 2005 por su obra ‘Al morir don Quijote’ -de la que diez años después acaba de publicar su segunda parte-, dijo recordarse como “un joven que se fue introduciendo a la Literatura por ensayo y por error. Siempre he leído a tientas, dejándome llevar por el instinto”. Pero no dudó al reconocer que procura que “la poesía esté en todo lo que hago, aunque lo que conmueve al poeta es algo profundo. Creo que el poeta recibe algo, un don de alguna fuente misteriosa. Cuando algo me deja tranquilo y conforme, tengo la sensación de que nos es mío, de que es mejor que yo. Sólo los errores los reconozco como propios”.
La segunda jornada del ciclo –moderada por Ignacio F. Garmendia- contó con la presencia de Juan Manuel Bonet, Rafael Juárez, Juan Bonilla y Erika Martínez. Bonet, que recordó cómo sus primeros poemas fueron publicados precisamente en una revista con una imagen de la sevillana Torre de Don Fadrique, mencionó especialmente la presencia de geografías, ciudades y paisajes europeos en su obra, de marcado carácter “culturalista y con reflejo de una memoria que no es mi propia vida, sino que es pura ficción poética”. Autor de la antología de poesía ultraísta ‘las cosas se han roto’ (publicada en la colección Vandalia), manifestó asimismo que la poesía que le interesa “es la que tiene raíz simbolista y la que mantiene un diálogo con las artes plásticas”. Por su parte, el poeta granadino Rafael Juárez se refirió especialmente a la métrica, que suele usar habitualmente en sus poemas, como demostró al recitar de memoria sus propios versos. “Las estrofas clásicas -dijo- me hacen escribir con mayor profundidad y creo que sirven para llegar más fácilmente al lector”.
También intervino en esta mesa redonda Juan Bonilla –I Premio Bienal de Novela Vargas Llosa por su obra ‘Prohibido entrar sin pantalones’-, quien destacó que la poesía “ha trascendido la tapia de los versos, igual que la belleza no está sólo en los museos. Los poetas hacen que el poema penda de un sentido, de una experiencia…y luego cada lector se inventa su propio árbol genealógico literario”. La tarde la cerró Erika Martínez, la autora más joven del programa de Vandalia de este año, que definió la poesía “como un espacio en el que se cruza los fantasmas colectivos y los individuales”. La tarde finalizó, como es habitual, con una lectura de sus propios poemas. “Leer en público –dijo la poeta- tiene algo de teatro y de improvisación, pueden surgir ideas nuevas, y es además una prolongación de nuestros libros”.
La tercera y última jornada la abrió Olvido García Valdés, quien mencionó algunas pautas que deben marcar la poesía: “Es imprescindible estar atento, entendiendo la atención como un fenómeno pasivo, que nos capta, nos absorbe y fascina. Hay que dedicarle paciencia, tiempo, y al mismo tiempo ser rebelde a la hora de enfrentarse a ella”. José Carlos Rosales, que acaba de publicar en Vandalia ‘Y el aire de los mapas’’, se refirió a la creación poética como “un acto meditativo” y defendió la virtud de la pereza en su propia trayectoria como escritor.
Alfredo Taján, escritor y director del Instituto Municipal del Libro de Málaga, manifestó que defiende en su poesía “la subjetividad y la excelencia, así como la voz de estilistas como Lezama Lima o Octavio Paz. No soy un escritor espontáneo y valoro la poesía como una terapia estética”. Las jornadas las cerró Ernesto Pérez Zúñiga, autor de ‘Siete caminos para Beatriz’ (colección Vandalia), quien defendió la tradición poética “como una fuente permanente, de la que bebo continuamente”, incluidas ya las vanguardias, porque los autores de la Generación del 27 son ya también parte de esa tradición que mantiene viva y fuerte la poesía española más contemporánea.