La autora de este magnífico estudio sobre la faceta periodística de Antonio Gala, la profesora Françoise Dubosquet Lairys, junto al periodista Jesús Vigorra y el editor Ignacio F. Garmendia.
Rehuyendo los tópicos, Françoise Dubosquet Lairys recupera en este libro a “una de las firmas más libres y más certeras de la España contemporánea”
Antonio Gala aparece como una figura insustituible, un fenómeno insólito en el espacio mediático de la transición y la democracia. Sus obras teatrales batieron récords de taquilla, sus novelas encabezaban las listas de ventas y sus intervenciones públicas eran verdaderos acontecimientos. Pero, sin duda, fueron sus columnas en la prensa las que le concedieron un reconocimiento y visibilidad extraordinarios, pese al silencio o el recelo de una parte de la crítica y del mundo intelectual. Desde la tribuna del Parlamento de papel, Antonio Gala ha acompañado a sus lectores durante más de cuarenta años. Sus columnas no han perdido un ápice de su vigencia y mantienen vivos la reflexión, el análisis y la emoción. Recorriendo las variadas formas que adoptó su compromiso, la investigadora e hispanista francesa Françoise Dubosquet Lairys nos invita en este libro, titulado ‘Antonio Gala en su paisaje. Crónica de un compromiso’, a acompañar a la figura en su paisaje y analiza sus artículos en esta publicación, que ha contado con la colaboración de la Fundación Cajasol y que supone todo un homenaje a “una de las firmas más libres y más certeras de la España contemporánea”.
El libro ha sido presentado en la sede de la Fundación Antonio Gala en Córdoba, la residencia actual del gran escritor, y el acto -moderado por el periodista Jesús Vigorra- contó con la presencia de la autora, así como del editor, Ignacio F. Garmendia; Pablo Morillo, director de la Fundación José Manuel Lara; Mili Jiménez, en representación de la Fundación Cajasol; Ana Gavín, representante del Grupo Planeta en la Fundación Gala, y José María Gala, director de esta institución.
Françoise Dubosquet Lairys nos permite escuchar en este libro una voz que se levantó como un grito individual pero solidario, ya que acogió las voces de los herederos de una historia hiriente. Los artículos de Gala nos hablan del ser frente a su tierra, sus penas, sus amores perdidos o quebrados, sus angustias y alegrías. Desde la triple fidelidad a sí mismo, a su tiempo y a su pueblo, el fino observador de toda una época propone una forma de pensar el mundo que nos rodea, a través del diálogo entre el pasado y el presente. Reconocida especialista en la obra de Antonio Gala, la autora se detiene en las colaboraciones publicadas en Sábado Gráfico (1973-1978), El País Semanal (1978-1995), El Independiente (1987-1989) y El Mundo (1988-2015).
- ¿Cuándo se produce su acercamiento a la figura de Antonio Gala?
- Lo leía entonces en El País. Cuando buscaba un tema para mi doctorado, pensé en la España de la Transición, ylos artículos de Antonio me llamaron la atención tanto por sus temas como por la calidad de la escritura. Me parecieron un corpus de gran interés.Le escribí y me recibió en su casa en 1985.
- ¿Por qué se fija especialmente en sus artículos de prensa?
- Había estudios sobre su teatro, pero no sobre sus crónicas, que me parecen estupendas, tanto para profundizar la época como para analizar su escritura. El papel de la prensa —el ‘parlamento de papel’— fue determinante en aquellos años.
- Al margen del valor literario que merezcan sus novelas y obras de teatro, ¿cree que Antonio Gala tiene el reconocimiento intelectual y social que se merece, sobre todo como pensador, escritor y figura clave en la Transición?
- Desgraciadamente creo que no. Hay un desfase entre la amplia recepción de las crónicas y el escaso interés por parte de los medios universitarios. Su imagen mediática, a veces, ha escondido al pensador, al verdadero escritor. Es lo que me llevó a escribir este libro: dar mayor visibilidad a esta parte de sus creaciones y descubrir otras facetas del poeta; al pensador, al solitario solidario. Gala sí tuvo un reconocimiento popular, de gente que quizá se sentía ignorada o marginada de los circuitos literarios e intelectuales y que encontraba en sus artículos a un escritor que hablaba de ellos, ponía palabras a sus dudas, angustias o alegrías. Como Albert Camus, cuando afirmaba que en primer lugar se sentía “solidario con el hombre de la calle”, Antonio Gala escribió para ese hombre, para esa mayoría.
- ¿Qué valores destacaría de Antonio Gala a la hora de analizar sus artículos? ¿Se implicaba mucho personalmente? ¿Deja entrever su vida privada?
- Destacaría la fidelidad a sí mismo, a su momento y a su cultura; una absoluta coherencia en su obra; la independencia y un dominio excepcional de la palabra. Un don para conectar con el pueblo llano que se siente aludido y entendido, y que le acompaña a lo largo de miles de crónicas desde 1973 hasta 2015. Puede dar la sensación de que habla mucho de él, pero habla en realidad del ser humano. Más que nunca me parece que no hay que confundir a Antonio Gala con el narrador, con el novelista. Claro que su obra se alimenta de sus propias experiencias, pero éstas no valen por ser solo las vivencias Antonio Gala, sino por ser las de un hombre frente a la vida o a la muerte, un español que conoció la guerra, la dictadura y que elige acompañar con sus textos a su país en un momento clave. “Quand je vous parle de moi, je vous parle de vous “, decía Victor Hugo, y ahí radica el poder de la escritura, en crear ese espacio de intimidad en el que cualquier ser humano se siente reconocido, es decir, la idea de literatura como espacio de reflexión y formación.
- ¿Siguen estando sus columnas vigentes o han perdido actualidad? ¿Nos pueden hacer pensar y reflexionar todavía?
- Sus columnas permiten recordar el pasado —es un testigo atento y lúcido — y proponen una lectura de la Transición, tan debatida ahora. Las crónicas dibujan el paisaje de la España de aquellos años, de un contexto que a veces hemos olvidado. Ofrecen una reflexión sobre conceptos tan imprescindibles como la libertad, la democracia, la responsabilidad individual, la identidad, la ética o las relaciones entre política y economía. Son temas de ayer y de hoy, no solo españoles.
- También destacó mucho su compromiso andalucista, su papel en la recuperación de la memoria de Andalucía y la construcción de esta comunidad autónoma. ¿Qué cree que aportó en este sentido?
- Andalucía, la ‘senisienta’ como suele decir, es el lugar del nacimiento del poeta, una referencia constante en su vida y su imaginario. La recuperación del legado andalusí por su parte ha sido fundamental para que Europa no ignore lo que debe a los pueblos árabes y norteafricanos. En los 70 o 80 todavía quedaba mucho por profundizar y reconocer. Además, Andalucía es un ejemplo de sincretismo y, sin duda, es otra forma de acercarse a la construcción de la identidad, como tierra de frontera y depósito de sabiduría. Es otra filosofía también de la vida.
- Gran observador y libre en su pensamiento, ¿de qué cree que estaría escribiendo ahora en los medios de comunicación?
- De los temas de ayer y de hoy, pero sin duda escribiría sobre la violencia, las identidades cerradas, las religiones, las desigualdades sociales y por supuesto de la ética en política. Y también, sobre la soledad del ser humano en una sociedad tan conectada, la libertad y la responsabilidad, la tolerancia y la convivencia, sin olvidar lo maravilloso que puede ser un atardecer en la sierra de Coín o la absoluta necesidad de cuidar nuestro planeta. Gala no da respuestas, sino que cuestiona, comparte dudas, nos ayuda a seguir nuestro camino: “Vivir la vida”, como dice el título de su última colaboración en ‘La tronera’.
Françoise Dubosquet Lairys (Chartres, Francia, 1955) es catedrática de Literaturas y culturas españolas en la Universidad de Rennes 2 (Francia), donde dirige un grupo de investigación sobre Memorias, identidades y Territorios (ERIMIT) y un máster internacional (Artes, Letras, Historia) de doble titulación con la Universidad Autónoma de Madrid. Desde su tesis de doctorado, sobre las crónicas de Antonio Gala en El País, ha dedicado gran parte de su labor investigadora a la España posfranquista y de la Transición. Es autora de la monografía Antonio Gala, un regard sur les années 80 (1989) y de múltiples artículos sobre la obra periodística y televisiva del autor. Tradujo para el teatro las tres entregas de la Trilogía de la Libertad. Desde 2017 es miembro de la Real Academia de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes de Córdoba.