‘Don Álvaro Cunqueiro, juglar sombrío’ no es otra cosa que un acercamiento a la singularidad literaria, a la particularidad imaginativa del escritor gallego, cuya obra se dilata desde años 30 al 28 de febrero de 1981, día de su muerte. La fantasía de Cunqueiro fue una fantasía alegre, matinal, esperanzada, cuando en el siglo ya se hacía una literatura fantá stica de corte pesimista, abrumada por el absurdo (Ionesco), atravesada por la nausea (Sartre), o cercana a los terrores que todavía hoy perduran: el terror hercú leo e indiferenciado de Lovecraft, o la inquietud umbría y culturalista de Borges, Meyrink o Leo Perutz. Sin embargo, la vida y la obra de Cunqueiro vienen sustentadas por la fe en el hombre, y en las potencias que él imagina fundamentales: la facultad de soñar, la pervivencia del mito y la secreta insistencia de lo sagrado. A esta descompensación entre lo vivido y lo pensado, entre “la realidad y el deseo” de Luis Cernuda, se debe el título de estas pá ginas y el ánimo, vagamente sombrío y melancólico, que cruza la obra cunqueriana.