Formada por algo más de doscientos poemas escritos a lo largo de tres décadas, ‘Animal impuro’ reúne la obra poética de Adolfo García Ortega, una producción que es tal vez menos conocida que sus novelas, pero que resulta igualmente definitoria de los valores que sustentan la propuesta literaria de este escritor, traductor, crítico y editor.
El libro se incorpora a la colección Vandalia y se muestra a los lectores como una antología imprescindible, revisada y corregida por el propio autor. Se alternan en ella el fluir de la memoria, los tonos conversacionales, las vivencias cotidianas, los escenarios cosmopolitas y los retratos u homenajes en clave culturalista. La recopilación se presenta avalada por dos prologuistas de excepción, los escritores Martín Casariego y Justo Navarro.
‘Animal impuro’ reúne por primera vez toda la poesía de Adolfo García Ortega, revisada y ordenada por el autor en un volumen imprescindible. “He reunido mis libros de poesía por dos razones. La primera porque, al igual que hicieron dos poetas muy cercanos para mí como Gil de Biedma y Cernuda, he llegado a una edad en la que creo necesaria la lectura en conjunto, como una sola obra, de todos mis libros de poesía, porque así se potencia su expresión, se amplía el eco de lo que dicen los poemas. La otra razón es por una cuestión práctica: los libros de poemas van quedando atrás, inencontrables y perdidos, y he querido reunirlos para que vuelvan a decir lo que dijeron en su día, cuando se publicaron. Solo que ahora ya son parte evidente de una trayectoria, de un proyecto, de un mosaico”, explica.
No hay inéditos en este volumen –“este libro es como uno de esos drones que permite ver desde la altura un territorio más vasto”, indica Adolfo García Ortega-, y quizás ha llegado el momento de marcar un punto y final, o quizás estemos ante el comienzo de una nueva etapa. “Creo –indica convencido, al menos por ahora- que mi obra poética está cerrada. No sé si vendrán más poemas con los años. No lo descarto. Y puede que nunca más escriba poesía. Hoy creo que todo lo que me interesaba contar en ese género ya lo he hecho. Me interesan más otras formas literarias”.
El escritor cree que su creación poética, vista en conjunto, es un viaje, “un viaje por la vida, la cultura, los amores, la experiencia, la alegría, la tristeza, la muerte, la política… Si he definir mi poesía diría que es fronteriza, rara, propia de un francotirador, que es lo que siempre me siento en la literatura. Me considero un exiliado de la poesía de mi propio país. Dicho esto, reconozco que es muy difícil para uno mismo definir lo que hace. Yo creo que ‘Animal impuro’ va a suponer el encuentro de los lectores con una poesía que puede sorprender y que muchos ni se imaginaban”.
Repasando la historia de los poemas que aparecen en ‘Animal impuro’, opina que hay una clara evolución desde los primeros hasta los últimos: “Ahora son más intensos y libres; creo que he ido haciendo una poesía cada vez más mía, partiendo de una que tenía referentes muy claros en ciertos poetas españoles de los 50 y en la literatura anglosajona o francesa, que son mis dos verdaderas influencias. Nunca me he llevado bien con la lírica cargante de la poesía española, la de hoy o la de hace cien años. Huyo de la lírica, he buscado siempre darle un toque esencialista y narrativo a mis poemas, donde priman las imágenes y los hechos”.
No hay temas o personajes recurrentes en su obra, pues ha intentado siempre mostrarle algo nuevo al lector, “pero lo que sí vuelve es el sentido de viaje, de trayecto, de emoción por el cambio, y la búsqueda por crear una identidad que sea también crítica y autocrítica. Muchos de mis poemas tienen un componente social, transcienden lo individual. Todas las alusiones culturales, que hay muchas –soy un poeta culturalista, me temo-, guardan relación con la conexión con los demás en un nivel superior: el arte, la música, el conocimiento… Soy un poeta de ideas que juega a ser un viajero sentimental”.
Pero Adolfo García Ortega no ha escrito poesía cuando en la narrativa no ha encontrado las palabras justas, o cuando su creatividad se ha visto afectada por cambios en su estado de ánimo. “Tengo muy claro –afirma- que las crisis personales nunca han propiciado un buen poema. Malos poemas seguro que sí, pero buenos no”. Y huyendo de esos “poemas-hospitales que son como lugares de alivio y de cura de los males privados del poeta”, el autor se muestra más cercano de aquéllos que huyen de los estados de ánimo para refugiarse en estados de deslumbramiento que provocan el descubrimiento y el hallazgo. “Y cuando eso sucede –explica-, lo que se me ocurre es contar. Contar el poema. Y un poema, para mí, es algo que no se puede reducir a otra cosa más que al poema en sí, para ser contado. No puede ser canción, ni cuento, ni novela, ni artículo, ni teatro… Solo puede ser lo que es”.