Nuevo título en la colección Vandalia, en este caso de Ángela Vallvey, ganadora del Premio Nadal y finalista del Planeta, y una de las escritoras con mayor presencia en la prensa escrita, la radio y la televisión. Como poeta, ganó el Premio Ateneo de Sevilla de Poesía con su obra anterior. ‘La velocidad del mundo’ es un poemario surgido con el paso de los años y escrito al ritmo que imprime la velocidad del mundo, pero sin tratar de representarlo. La intención de estos versos, como explica la autora, es que “las palabras, como los árboles, también formen parte de la belleza del mundo y pertenezcan por derecho propio al aliento de la vida”.
Los poemas de La velocidad del mundo recorren casi con sigilo, de la mano de Ángela Vallvey, el paisaje físico y sentimental de la Tierra. Engarzados al espíritu de los fenómenos naturales –la luz, la lluvia, el viento, ¿el amor?…–, tratan de apresar el momentum del sencillo, fugaz y precioso viaje de la vida en cada verso. No pretenden construir imágenes bellas, sino formar parte de la terrible belleza del mundo, de su alegría y su oscuridad.
– Poesía, narrativa, artículos periodísticos… ¿a qué obedece esta diversidad de géneros en su trayectoria? ¿responde a estados de ánimo diferentes, a temas diversos?
– Puede ser atrevimiento o inconsciencia. O curiosidad. La poesía y la narrativa son, desde luego, fundamentales para mí. Pero un día me pidieron que escribiese un artículo, más tarde otro… y me convertí —o me convirtieron sin yo pretenderlo— en articulista. Aunque debo reconocer que le tomé el gusto al asunto. Me divierte mucho escribir artículos. Me obliga a seguir estudiando, y no me gustaría dejar de estudiar nunca.
– ¿Cuál es el origen de este libro que se publica en Vandalia?
– Hace ocho años que escribo estos poemas. Los he ido componiendo durante algunos viajes, también interiores, y ya de vuelta a casa… Son instantáneas escritas al ritmo que imprime la velocidad del mundo. Hablan de lugares lejanos, y de cercanías y extrañezas.
– ¿Se considera deudora o admiradora de otros poetas, o bien de determinadas corrientes poéticas?
– Mencionaré en especial, porque viene “al caso” de este libro, la poesía china clásica y medieval. Pero la lista de poetas que han influido en mí es muy larga para reproducirla aquí. Los he amado porque sus versos me han confortado, han alumbrado mi espíritu. Grandes poetas, todos ellos. Para mí no existen los poetas malos: sencillamente, se es poeta o no se es.
– ¿Cómo definiría su poesía?
– No lo sé. Siempre buscando más allá. Tal vez.
– ¿Qué imagen podemos obtener del mundo, de nuestro mundo, tras la lectura de sus poemas?
– Depende de si son capaces de comunicarle emociones al lector, o no. La poesía habla al “corazón del intelecto”, si puedo decirlo así. Eso ocurre a veces, y otras no, sin que sepamos bien por qué. Poesía formalmente impecable en ocasiones no transmite ese escalofrío, esa iluminación que debe ofrecer un poema. Y quizás otros poemas, más imperfectos, lo logran con toda naturalidad.
– ¿Cree que le atraen más los grandes temas universales o fenómenos naturales que las pequeñas cosas, gestos y sentimientos de la vida cotidiana?
– En poesía, como en la vida, no existen temas despreciables. A mí me interesa todo, desde lo inmensamente grande a lo inmensamente pequeño. La existencia carece de elementos superfluos, creo yo. Hay pocas cosas que no despierten mi curiosidad. Desde la dimensión del universo —tan inmensa que no nos cabe en la cabeza—, a esa enormidad tan pequeña, tan anómala, que es el ser humano, siempre maravillado, mirando alrededor y haciéndose preguntas.