El Centro Cultural de Cajasol acogió la presentación de ‘Hombre sin descendencia’
La sala Juan de Mairena del Centro Cultural de Cajasol en Sevilla acogió el acto de persentación del libro ‘Hombre sin descendencia’, de Braulio Ortiz, que ha publicado la Fundación Lara en su colección Vandalia de peosía. Intervinieron en el acto el editor Ignacio F. Garmendia y la periodista Amalia Bulnes, que hablaron del poeta y de su obra. Numeroso público, amigos, familiares y compañeros de Braulio Ortiz en su faceta como periodista asistieron al acto de puesta de largo de esta publicación, segundo poemario de un escritor de prometedora trayectoria que confirma en esta nueva entrega la calidad de su propuesta lírica. Los poemas registran las dudas de un ser humano que se enfrenta a una realidad efímera y provisoria. Pero toda fugacidad esconde también su destello y, junto a la nostalgia de lo perdido, aflora también el asombro por los dones del mundo: el amor y la música, el vino y la palabra, el calor de lo humano y la embriaguez de estar vivo. La presentación del libro corre a cargo de Antonio Lucas, prestigioso periodista y poeta, coetáneo y colega del autor por partida doble.
La voz de Braulio Ortiz Poole deja atrás los fantasmas particulares que había evocado en su anterior libro, ‘Defensa del pirómano’, para cantar a la vida. Frente a la impugnación airada que, ya desde el propio título, marcaba el discurso de su primera incursión en el género, este segundo libro opta por la celebración de los vínculos de afecto, por la búsqueda del rastro luminoso que cualquier biografía deja tras de sí. El poeta sigue el rastro de maestros admirados como Cernuda, Gil de Biedma o Fonollosa, emulando su coraje para mostrar al ser humano en un conmovedor desvalimiento. El autor nos desvela en esta entrevista algunas claves de su nuevo libro.
– ¿Qué diferencia existe entre su primer libro y éste? Quizás el tono del poemario es más sereno y menos descarnado. ‘Defensa del pirómano’ era un libro de una adolescencia a destiempo: lo publiqué a los treinta y dos años, pero en sus páginas habitaban esa rabia y ese desconcierto de quien duda todavía si pertenece al mundo o está condenado a ser un disidente, un sentimiento de desarraigo muy propio de cierto tramo de la juventud. En esta obra tal vez haya una mayor aceptación de las cosas, de la vida, pero las inquietudes siguen siendo las mismas: es el retrato de un hombre en la búsqueda de sí mismo. Es un diálogo con los fantasmas, en un doble sentido: con esos demonios íntimos que uno arrastra, y con los seres queridos que se fueron. Y el proceso que viví en la escritura de ‘Hombre sin descendencia’ es muy parecido al que se dio cuando componía Defensa del pirómano. Es un viaje difícil, pero al final predomina la sensación de que el trayecto ha merecido la pena. Después de una disección por momentos implacables, el protagonista se entiende mejor, interpreta quién es con una mayor claridad, gracias al poder sanador, a la capacidad iluminadora de la literatura.
– El amor, la amistad, la palabra, la música…. ¿es éste un reencuentro con el lado positivo de la vida? Sí, aunque como toda creación que pretende nombrar la realidad no elude tampoco el paso por la penumbra. El poemario nació, precisamente, por el deseo de recordar a los familiares que ya habían fallecido. Quería ahondar en esa paradoja de cómo puede seguir tan vivo alguien que desapareció hace años, y explorar igualmente esa incómoda situación de orfandad, cuando descubres que tu padre o tus tíos ya se han ido y tú te hallas en primera línea ante la muerte. Esa revelación te coloca al borde de un abismo en el que afloran el vértigo ante el paso del tiempo y la nostalgia por una inocencia ya perdida, pero es esa finitud la que te impulsa hacia la vida. Por eso el poemario acaba siendo un reencuentro con cuanto de luz esconde la existencia: el amor, la amistad, la posibilidad de un mundo fascinante que aguarda ser visitado.
– ¿Podríamos decir entonces que ‘Hombre sin descendencia’ empieza como un réquiem y termina como celebración? Efectivamente. Comienza con la incertidumbre de alguien que no va a tener hijos, que siente que su paso por el mundo acaba con él y su legado o su energía no continúan en otra generación. Pero la lección que aprenderá ese hombre, al final del camino, es que todo hombre deja descendencia, de un modo u otro, que nadie muere del todo si ha sido amado. Y el libro acaba celebrando la plenitud: el paisaje, que en un principio se mostraba árido, es una tierra fértil donde abundan los frutos, que no se advertían en una primera mirada.
– ¿En este libro pretende sobre todo emocionar antes que impresionar, o mas bien exponer reflexiones intelectuales? Creo que el mayor valor de una obra es que consiga transmitir, producir algún efecto en el lector. En la poesía busco la emoción porque concibo el género como un territorio sagrado, una especie de templo donde la espiritualidad del hombre se muestra desnuda. No esquivo la reflexión, pero reivindico la capacidad de sentir del ser humano como el mayor patrimonio del que disponemos. Y me parece prodigiosa esa energía secreta que fluye cuando una obra consigue conmoverte.
– El relato corto y la poesía, ¿son para usted dos géneros complementarios como escritor? Digamos que, como autor, me he desdoblado en diferentes géneros. He escogido la poesía como un medio de enfrentarme a mis miedos, como un exorcismo cercano a lo exhibicionista. Elegí los relatos (desde hace un par de años sólo escribo relatos cómicos) para profundizar en la parte más disparatada de la existencia, y la novela para desarrollar personajes, para ahondar en la psicología humana mediante la ficción. Lo tengo todo tan repartido que, desde que me viene la primera imagen, ya sé el vehículo por el que voy a desarrollar ese apunte.
Braulio Ortiz Poole (Sevilla, 1974) ha publicado la novela Francis Bacon se hace un río salvaje (Premio Andalucía Joven de Narrativa), el libro de relatos ‘Biografías bastardas’ y el poemario ‘Defensa del pirómano’. Su obra ha sido seleccionada para diversas antologías, entre ellas las de ‘Mutantes, narrativa española de última generación’ y ‘Pequeñas resistencias 5. Antología del nuevo cuento español’.