Su novela ‘Adriático’ ha sido galardonada con el Premio Málaga 2012, dotado con 18.000 euros
La obra fue presentada en Sevilla por el escritor Julio Manuel de la Rosa
La carrera literaria de la escritora Eva Díaz sube un escalón más, un peldaño que la lleva a colocarse entre los triunfadores de la narrativa española contemporánea al conseguir el Premio Málaga de Novela 2012, galardón que convoca el Instituto Municipal del Libro de esta ciudad con la colaboración de la Fundación Lara, que edita la obra ganadora. ‘Adriático’ es el título de la novela, una obra ambientada en dos enclaves legendarios: Venecia, la ciudad sumergida, y Trieste, la ciudad sonámbula azotada por los vientos. El jurado destacó la sensualidad de la prosa y su estilo esmerado pero fluido, capaz de llegar a un amplio número de lectores.
Todo comienza cuando el profesor Vittorio Brunelleschi recibe el encargo de rastrear e inventariar los objetos naufragados en la laguna de Venecia. Bajo la apariencia de trastos inservibles, surgen del lecho cenagoso decenas de restos que cuentan la secular historia de la ciudad. ‘Adriático’ comienza como una novela negra, con un cadáver flotando en las aguas, y termina como un relato de fantasmas, pero es también la historia de una saga que se remonta al siglo XV. El rastro del pasado en el presente –el modo como el tiempo moldea los objetos o los edificios, pero también a las personas– es el tema de fondo de una novela crepuscular que recrea todo tipo de sensaciones, formas u olores y evoca con extraordinaria plasticidad un fragmento ineludible de la memoria europea.
– ¿Qué papel desempeña esta obra en el conjunto de su trayectoria como novelista?
– ‘Adriático’ forma parte de un proyecto literario para intentar contar Europa a través de una galería de novelas. Después de mi Trilogía de la Memoria -dedicada a tres episodios de la España que pudo ser, con ‘Memoria de cenizas’, ‘Hijos del Mediodía’ y ‘El club de la memoria’-, me apetecía quedarme durante un tiempo a repensar Europa, curiosamente un continente ahora tan perdido y lleno de incertidumbres. ‘El sonámbulo de Verdún’ fue la primera novela, centrada en la Mitteleuropa, y ahora ‘Adriático’ recrea la Europa meridional, ya que se mueve entre Venecia y Trieste, dos ciudades que reflejan la extrañeza de esa Europa cargada de pasado. No sé si marca un punto de inflexión, más bien es parte de esa continuidad, de esa idea general que ahora me obsesiona de narrar sobre Europa para intentar comprenderla. Aunque sí es cierto que en esta novela he intentado indagar en distintas dimensiones narrativas del recuerdo, en los laberintos de la memoria, y lo hago de una forma diferente a mis obras anteriores que señala ya un camino que seguiré en las próximas obras.
– ¿Cómo surgió ‘Adriático’, cuál fue la chispa que encendió este proyecto narrativo?
– Lo de ‘Adriático’ ha sido muy curioso porque es quizás mi libro más antiguo. La idea de la novela la tuve cuando viajé por primera vez a Venecia con quince años. Recuerdo que se me cayó al agua un souvenir que había comprado y pensé: ¡caramba!, ahora algo mío formará parte de la historia de esta ciudad. Fue algo absurdo, pero esa idea me ha seguido durante muchos años: la obsesión por imaginar la historia de objetos olvidados o perdidos. Esa vieja idea de contar la ‘biografía’ de cosas que cayeron al canal regresó en varias ocasiones: cuando estuve en una exposición en Lisboa en la que se rescataban cosas halladas en un naufragio en el Tajo en el siglo XVII, y al visitar el Museo Carnavalet de París ante la visión de una vitrina llena de objetos que se habían encontrado en el fondo del Sena. Lo de Venecia me ha seguido durante todos estos años y me parece una forma curiosa de contar otra historia de esta ciudad, la de las basuras de su laguna, un retrato de la urbe submarina a través de las cosas que pertenecieron a habitantes olvidados, como una ‘contraVenecia’ al modo de Paul Morand.
– ¿Venecia sigue siendo un escenario único, o está ya demasiado manoseado? ¿Cree que se puede descubrir otra visión de esta ciudad con su libro?
– Soy consciente de que Venecia es un material sensible y ‘archinarrado’. Es una osadía, pero también es un reto. A mí me interesaba como lugar donde el pasado y la memoria forman parte de su vida cotidiana. Creo que es una de esas ciudades que representan muy bien cierta idea de Europa que a mí me fascina por el peso de su Historia. Pero al mismo tiempo ‘Adriático’ intenta parodiar el llamado venecianismo, el trampantojo literario que se esconde tras las narraciones nacidas de su contemplación. En la novela existe también un personaje, Vittorio Lotto que muestra la otra Venecia, la que se esconde detrás de la hermosa postal. Decía Henri de Regnier que si no se carece de cierto ridículo para escribir un libro sobre esta ciudad, el riesgo de éste se compensa con el placer que hay en correrlo. Para contrarrestar el peso de la Venecia decadente y melancólica, la novela también se centra en otra joya del Adriático, Trieste, una extraña ciudad que representa muy bien la historia de Europa, una ciudad fronteriza, multicultural y barrida por un viento feroz, el bora que me sirve para crear planos simbólicos.
– ¿Cómo definiría el panorama de la nueva narrativa española? ¿la de los jóvenes autores?
– Creo que hay excelentes narradores entre los escritores jóvenes. Una generación que coincide además con una anterior que ya ha llegado a una interesante madurez narrativa. Yo sólo advierto, como algo negativo de los que llegan, la obsesión que muestran por incluirse dentro de grupos que coinciden estilística o temáticamente. Lo valioso es que cada uno sea diferente, único e inesperado, que sorprenda con cada novela, que arriesgue. Los grupos sólo sirven para crear clichés, para encasillar y así simplificar el complejo mundo de la narrativa. Por supuesto, con todo esto me estoy refiriendo a escritores interesantes y de verdad literarios, y no a ciertos autores que sólo hacen productos de factoría que se venden muy bien entre el público al que no le gusta leer. Eso no me interesa en absoluto y lamento que se confunda con la verdadera literatura.
– Presentarse a un premio, ¿qué supone? ¿más lectores, más prestigio o una de las pocas vías para poder publicar en la situación actual?
– A mí me gustaría vivir en un país en el que los libros tuvieran su fama, éxito o popularidad dependiendo de su calidad, pero no es así. Aquí funciona el marketing y las etiquetas. Es indudable que los premios sirven, y hablo desde la experiencia. Mis libros premiados han tenido más repercusión por el hecho de haber recibido un premio. No creo que un galardón suponga más prestigio, pero sí que sirve para destacar en medio de la selva de todo lo que se publica. Además, vivimos una época lamentable en la que se están dejando de publicar a estupendos escritores sólo porque no hacen novelas ‘comerciales’. Y eso se pagará, porque percibo cierta tendencia a favorecer a una seudoliteratura que vende bien, y es a la que se mima en las editoriales, mientras que se está olvidando y ninguneando a los verdaderos escritores.
– Europa ¿va a seguir siendo su punto de referencia geográfico e histórico para sus novelas?
– Por el momento sí. De hecho, ya he comenzado la siguiente novela que será mi novela británica. Es la historia del viaje de una pareja de ancianos de Londres a Ginebra. También tengo en mente la siguiente, cuyo paisaje de fondo será Francia y una historia que arranca con la Comuna de París de 1870.
– ¿Se considera una autora periférica? ¿el escritor tiene que estar en Madrid para hacer carrera en el mundo editorial?
– Quizás sea una autora periférica en el sentido de que estoy fuera de los círculos o grupos ‘oficiales’ por una cuestión geográfica –vivo en Sevilla-, y también literaria, porque intento seguir mi propio criterio narrativo, ajena a las modas y tendencias. No hay que estar en Madrid o en Barcelona para prosperar, pero indudablemente es mucho más difícil si estás fuera de esos lugares. Estando en los lugares donde se cuece el negocio y el escaparate editorial todo es más fácil. He visto gente que con un sólo librito ya era conocida y formaba parte de generaciones literarias. Sin embargo, por ejemplo en Andalucía hay autores con una interesante y dilatada trayectoria detrás a los que nadie conoce. Lamento que eso sea así, porque de nuevo confirma que lo que pesa sigue siendo la exposición pública y extraliteraria del autor y no la seriedad, brillantez y rigurosidad de su literatura. De todas formas, ser periférica es muy aconsejable, porque estás desintoxicada y libre para hacer lo que te apetece, aunque siempre sea un riesgo.
– ¿Cómo compagina su faceta de periodista con la de escritora? ¿son complementarias?
– Sí, yo considero que son facetas casi complementarias. El periodismo es un ejercicio de escritura que ayuda al oficio narrativo, y además es una escuela de humildad porque el periodista sabe que lo que escriba ya no servirá al día siguiente. Una circunstancia que ayuda a no creer que lo que escribes es para que se inmortalice en bronce, como le ocurre a algunos escritores que caen en esa trampa de vanidad. Sin embargo, el periodismo es al mismo tiempo una profesión muy absorbente y no está en su mejor momento. Se trabaja con demasiada urgencia. Ahora es realmente difícil compaginar el ejercicio del periodismo con la literatura, pero precisamente eso hace que el tiempo lo aproveche al máximo y con gran efectividad.