El autor narra los acontecimientos extraordinarios que rodearon la creación del Parque Nacional y la vida en los arrozales del bajo Guadalquivir
El próximo día 12 de mayo, la Casa de la Ciencia en Sevilla (antiguo Pabellón de Perú) acogerá el acto de presentación de ‘Doñana. Todo era nuevo y salvaje’, de Jorge Molina. El acto contará con la intervención de Fernando Hiraldo, director de la Estación Biológica de Doñana, y la de José Juan Díaz Trillo, consejero de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía. Este libro –nuevo título de la colección ‘Ciudades andaluzas en la Historia’- narra los extraordinarios acontecimientos que tuvieron lugar en el bajo Guadalquivir entre 1940 y 1970, hechos en gran medida desconocidos que motivaron el nacimiento del Parque Nacional de Doñana y la conversión de decenas de miles de hectáreas asediadas por el paludismo en el mayor arrozal de Europa.
‘Doñana. Todo era nuevo y salvaje’, del escritor y periodista Jorge Molina, es un relato real y absolutamente fiel a los hechos, pero que toma la forma de una emocionante novela, todo ello acompañado de una amplia y espectacular selección fotográfica, con numerosas imágenes inéditas. Desde el rigor histórico y dando voz a los auténticos protagonistas, Jorge Molina cuenta dos apasionantes epopeyas: por una parte, la concentración de miles de personas en los campos de cultivo del profundo Sur, donde habitaban en condiciones infrahumanas; de otra, la eficaz movilización de un selecto grupo de notables –príncipes, políticos y terratenientes– que llevó a cabo el biólogo José Antonio Valverde, que logró preservar el coto de caza de Doñana de la plantación de eucaliptos que amenazaba su supervivencia. Dos historias fascinantes que convergen en un relato memorable.
– ¿Cómo surge la idea de este libro?
– Durante diez años viví en la marisma sevillana. Mi familia alternaba los domingos en una finca arrocera comiendo paella, entre andaluces y valencianos emigrados, o en los pinares del entorno de Doñana. Durante los veinticinco años siguientes estuve vinculado al Parque Nacional por estudios y por trabajo. Tengo una relación personal con el territorio, pero lo que llevaba dentro emerge y se convierte en obsesivo. Es la necesidad de contar de una manera rigurosa, y sobre todo integral, las dos grandes epopeyas que se produjeron, de forma contigua y simultánea, entre 1940 y 1970. Se trata de la conquista agraria de la mitad del territorio entre La Puebla del Río y Sanlúcar de Barrameda y la defensa medioambiental de la otra mitad. Como por fortuna tengo ambas perspectivas, me animó poder aportar un punto de vista nuevo, y me parece que atractivo, para dos historias apasionantes.
– Es pues, en parte, un asunto también personal.
– Cuando eres joven tus paisajes son un decorado. Cuando creces reparas en que el decorado eres tú. Este libro nace de toparme con ese descubrimiento, el de que eres muy pequeño y muy banal respecto a la historia que acredita el suelo que pisas. De Doñana se sabe algo –aunque creo que bastante poco respecto al paisaje humano-, pero del arrozal prácticamente nada, hasta en Sevilla se ignora lo que allí pasó. Y yo con humildad rindo mi tributo a esta joven tierra.
– ¿Todo era tan salvaje en aquellos años cuarenta? ¿Qué había allí? ¿Cómo se vivía?
– Sí, realmente era salvaje. Tanto por sus paisajes vírgenes y la fauna de todo rango que los habitaba, como por las condiciones de trabajo, particularmente en el arrozal. Y sobre todo se trata de un espacio en el que la huella del hombre no se aprecia prácticamente hasta la mitad del siglo XX. Un espacio sin adulterar, donde el paludismo mataba sin restricción, donde se mantenían propiedades de estilo feudal, de decenas de miles de hectáreas. Pero que aun así se convirtió en tierra de promisión para muchos. Y en un espacio que pasaría de coto de caza para reyes y nobles a reserva científica de fama internacional, Doñana.
– ¿Qué figuras destacan en este paisaje?
– Esta historia está llena de personajes poco conocidos que dan para mucho por sí mismos. Primero José Antonio Valverde, el ‘padre’ de Doñana, un joven que no murió de milagro de tuberculosis; que osó luchar contra el desarrollo forestal para algo tan peregrino como defender a alimañas, y que luego recorrió Europa, alternando con príncipes y presidentes, hasta convertir a Doñana en parque nacional. Y el gran desconocido, Rafael Beca, el hombre que elige Queipo de Llano para cultivar decenas de miles de hectáreas, una persona de carácter, aún hoy odiado por mucha gente en las islas y que no tiene ni una biografía. En el libro aparecen 140 personajes reales, todos relevantes, lo cual permite entender el micromundo que allí se gestó.
– ¿Cree que en España se valora de verdad lo que vale Doñana?
– Hoy día sí. Pero esta historia explica que hasta hace poco la mera existencia de una cosa llamada biólogo era exótica. Cuando Valverde visita por primera vez Doñana, se pagaba a 15 pesetas el lince muerto, era una alimaña que interfería en la caza, actividad a la que dedicaban el coto sus propietarios. En ese momento se trata de una tierra condenada a recibir las máquinas para hacer lo lógico entonces: poner en cultivo marismas llenas de mosquitos del paludismo. Él tiene que luchar contra gigantes, y con argumentos que nadie entendía. Por eso busca aliados en Europa y en la misma España franquista. Y triunfa.
– La zona arrocera es muy desconocida.
– La epopeya más cruda es la de la puesta en cultivo de las islas del Guadalquivir. Quien no conozca lo que allí pasó no puede ni imaginar hasta qué punto fue dramática la vida de los jornaleros tras la guerra civil en aqueél infinito páramo salitroso. Aquel barrizal tiene mezcla de tierra y de sangre. Y la difícil convivencia entre los valencianos y los andaluces –cada uno con su idioma, con sus vírgenes, con sus comidas– aporta un elemento antropológico inédito en España.
– Hay por tanto dos escenarios en el relato.
– Los principales son Doñana y el arrozal. El relato salta de uno a otro siguiendo el hilo cronológico. Pero también se narra lo que iba ocurriendo en la ciudad de Sevilla, en Sanlúcar de Barrameda, y en la zona donde se plantaban pinos y eucaliptos, es decir, en Moguer y Almonte.
– ¿Ha sido difícil novelar esta historia?
– Soy consciente de que me ha pesado mucho la responsabilidad de no defraudar a tanta gente de prestigio que me ha ayudado, y que conozco de muchos años atrás. Se suma que el libro plasma por primera vez en forma de novela esta historia, unos hechos de los que sobreviven algunos protagonistas, y además en un ámbito repleto de eminencias en aspectos científicos e históricos. La ventaja ha sido lo extraordinario de la historia. Yo creo que habrá lectores que no crean que todo lo que se narra es verídico. Sólo hay una concesión a la ficción con el militar republicano y su familia que huyen a la isla y luego viven en el palacio de Doñana.
– ¿Cómo ha logrado recopilar tantas imágenes, curiosas o inéditas?
– La ayuda inestimable de la Casa de la Ciencia, con Fernando Hiraldo, discípulo de Valverde, a la cabeza; del historiador Matías Rodríguez Cárdenas y de Úrsula Plate –hija del alemán que por primera vez plantó arroz, en 1926- permiten incluir una selección de 60 fotografías espectaculares, y que dan fe de lo que se narra. Muchas son inéditas, un atractivo nada menor para este tomo. También incluye un revelador mapa de la zona en 1942, tan vacía, que permite seguir el relato.
– ¿Tiene moraleja su libro?
– No, no tiene moraleja. Está tan pegado al suelo, a la realidad, que no ha lugar a moralejas. Estas son para las fábulas, la ficción. La vida real, por desgracia, no tiene títulos de crédito con sabias frases sentenciosas.
Jorge Molina (Cumbres Mayores, Huelva, 1964) es periodista y escritor. Formó parte de la redacción de ‘El Correo de Andalucía’ y ha colaborado en agencias de noticias, radio, televisión y diversas revistas. Fue director de Comunicación de la Consejería de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía. Su trabajo ha sido distinguido con varios premios periodísticos, tres de ellos vinculados al espacio natural de Doñana –primer premio del Patronato de Doñana (1995), primer premio de la Fundación Doñana 21 (2000) y accésit de la Estación Biológica de Doñana (2008)–, junto al premio Andalucía de Periodismo (2000). Su exitoso debut editorial lo realizó en 2010 con una obra inclasificable y sarcástica, ‘123 motivos para no viajar a Sevilla’.