El área de Cultura del Ayuntamiento de Sevilla y la Fundación Lara convocan el certamen, cuya obra ganadora se publica en la colección Vandalia.
Con más de medio centenar de títulos publicados, la colección Vandalia es la línea editorial más prestigiosa de la Fundación Lara, reconocida a escala nacional y con amplia presencia en los medios de toda la península, equiparable a la de las principales colecciones españolas de poesía. Su catálogo contempla de nuevo la obra ganadora del Premio Iberoamericano de Poesía Hermanos Machado, que ha recaído en ediciones pasadas en Manuel Moya, Jorge Valdés Díaz-Vélez y María Sanz. Convocado por el Instituto de la Cultura y las Artes del Ayuntamiento de Sevilla, con la colaboración de la Fundación José Manuel Lara, el galardón ha recaído en su cuarta edición en el poeta cubano, nacionalizado español, José Pérez Olivares, por su libro A la mano zurda. El Premio asume el doble objetivo de promocionar la poesía en el ámbito iberoamericano y de consolidar el prestigio de Vandalia, tanto en España como en América, que vive un momento de efervescencia en lo que a la creación poética se refiere.
El Premio le fue entregado al autor en el marco de la pasada Feria del Libro de Sevilla. Al acto asistieron la delegada de Cultura del Ayuntamiento de Sevilla, María del Mar Sánchez Estrella; la directora de la Fundación Lara, Ana Gavín, y Jacobop Cortines, escritor, miembro del jurado y director de la colección Vandalia.
– ¿Qué ha supuesto para usted escribir este libro?
– Significa el esfuerzo de casi seis años de trabajo. Esto en cuanto a tiempo. Lo demás ha sido, como siempre, un trabajo solitario, silencioso, nocturno y paciente, que es el de los poetas, con el agravante, en mi caso, de estar en el paro. En el poema Hierro, Martí escribió: «Ganado tengo el pan: hágase el verso». Dada mi situación laboral actual, yo ni siquiera podría escribir un verso parecido al suyo. Por esa razón, estar en el paro y dar vida a un libro que resulte premiado supone una enorme fuerza de voluntad.
– ¿Cuál es el origen de A la mano zurda?
– Los poetas sabemos que los libros de poesía no se escriben, sino que salen. A menudo, son nuevas versiones de temas que ya uno ha trabajado con anterioridad, lo que no significa que se trate de una repetición, porque ningún poeta por humilde que sea, sigue siendo el mismo después de publicar su primer o último libro. Y aunque soy de los que horadan casi siempre el mismo terreno, he logrado que A la mano zurda sea un poemario que se aleje bastante de mis libros anteriores porque está escrito desde una perspectiva distinta, que es la del hombre que empieza a envejecer. Este sentimiento, sumado al que provocan la distancia y el exilio (todo ello mezclado de manera obsesiva), ha hecho posible la existencia de este libro.
– ¿Qué aporta esta obra a su trayectoria como autor?
– Creo que una visión distinta a los asuntos y temas propios de mi poesía. Una visión tal vez más compleja y menos complaciente con la realidad. Tengo la impresión, además, de haber escrito una obra muy personal la más personal quizás de todas las que he escrito hasta hoy y la más política, en su sentido más amplio. Yo, que nunca me inclino a escribir poemas políticos, siento que A la mano zurda ha ido más allá de mis intenciones iniciales, y esto puede apreciarse en la ambivalencia del título, que alude tanto a la mano zurda de Leonardo, como a una visión crítica y de compromiso con la realidad.
– ¿Qué implica presentarse a un premio como éste?
– Por un lado, un acto de humildad por parte del escritor; por el otro, una forma de reconocimiento a las instituciones que lo patrocinan (en este caso la Fundación José Manuel Lara y el ICAS). La Fundación Lara ya había publicado textos míos en la antología ´La piel del jaguar. 25 poetas hispanoamericanos ante un nuevo siglo, compilada y prologada por el poeta Álvaro Salvador. Y el ICAS, en la persona del poeta José Daniel Serrallé, me había proporcionado la oportunidad de leer mis poemas en la Casa de los Poetas. Pero una cosa es participar en un certamen, otra obtener el premio, y la humildad consiste en eso: participar del juego sin saber si será uno el ganador.
– ¿Los hermanos Machado le han influenciado? ¿Qué autores le inspiran?
– Leo a Antonio Machado desde mi adolescencia y lo considero esencial. Su poesía es tan honda que pesa amablemente en el recuerdo de quien la lee, pero no me siento influenciado por ella, sino por el pensamiento del autor, que no es poco decir. Con Manuel Machado me ocurre lo mismo: a excepción de los poemas que dedicara a Franco y al franquismo, creo que su obra poética está entre las más importantes de su tiempo. Aprecio por ello que hay autores que uno disfruta más como lector, sin que lleguen jamás a incidir en nuestro discurso. Y no se debe a una cuestión estética sino más bien a un asunto de sensibilidad y de orientación poética.
Entre los que siento mucho más cercanos menciono al Alberti de Sobre los ángeles y A la pintura, y al Pablo García Baena de Antiguo muchacho y Fieles guirnaldas fugitivas. Igualmente al Luis Rosales de La casa encendida. He leído a muchos poetas españoles, inmortales todos, pero si me refiero exclusivamente a los que han escrito y publicado sus libros a lo largo del siglo XX, afirmo que sigue siendo rica la poesía que se escribe aquí, bastante más de lo que algunos críticos de Cuba y del resto de Latinoamérica suponen, pues hay quien piensa todavía que los últimos poetas importantes de España fueron los de la Generación del 50, y que después no hay más nada, prejuicio que revela el tremendo desconocimiento que existe del otro lado del Atlántico. De cara hacia el continente americano, diría que los poetas que más han influido en mi formación, han sido los cubanos Eliseo Diego y Gastón Baquero, y el argentino Jorge Luis Borges.
– ¿Qué temas predominan en su obra?
– En mi poesía aparecen con bastante nitidez tres zonas: una que nace de la contemplación y análisis de las obras pictóricas (poesía ecfrástica, dirían algunos). Otra relacionada con el devenir histórico, y una última que tiene que ver con las Sagradas Escrituras. No son las únicas, pero sí las principales. Soy pintor de formación y los temas vinculados a las artes plásticas se me dan de manera natural, sin que yo los convoque. Lo que suele predominar en esos poemas es una reflexión sobre la conducta humana, no sobre la obra de arte como fenómeno estético. En definitiva no soy sino un pintor que escribe poemas o un poeta que pinta cuadros, que para el caso es lo mismo. Tanto en los temas que tienen que ver con hechos históricos como en aquellos que guardan relación con los bíblicos, lo que yo busco es al ser humano, la huella que éste va dejando en el tiempo. Y no como un cronista que se refiere a hechos y personajes del pasado, sino como un hombre que se mete en la piel de otro y asume esa vida como propia.
– Siendo cubano de nacimiento, ¿cómo evoca la experiencia del exilio en su obra?
– Confieso que es un tema que nunca he podido reflejar de manera directa, sino indirecta. Quizás se deba a la extraña ilusión de no sentirme exiliado de nada, y de poder vivir muchas vidas a la vez. Mi vida personal, sin embargo la de todos los días, no la del poeta nocturno que soy está segmentada: tan segmentada como la de todo aquél que deja atrás sus raíces. Nací en Cuba y mi madre, mis hermanas y mis ancestros están allá. Mis recuerdos infantiles, mis maestros, mis primeros juegos y hasta mi juventud, se quedaron en Cuba. Soy, por tanto, cubano y seguiré siéndolo mientras viva, pero también soy español. Aquí me han otorgado esa condición y me siento orgulloso de serlo, tan orgulloso como pudo sentirse mi bisabuelo andaluz Francisco García Merino, natural de Granada de pelear a favor de la independencia de Cuba, a las órdenes de José Maceo. Allá murió en los primeros años de la República, y siempre dijo sentirse feliz de ser cubano. ¿Acaso existen barreras que lo impidan? Experiencias como ésta me impiden abordar el exilio como una tragedia. Y mucho menos desde el resentimiento y el odio, que suelen ser dos sentimientos tan antipoéticos (con perdón de Nicanor Parra) como peligrosos. Lo que algunos llaman exilio yo sólo lo considero un fatum.
– Se ha basado en la figura de Leonardo Da Vinci para este poemario. ¿Qué supone en su obra la unión de dos vertientes, la pictórica y la poética?
– Referirme a la vida y la obra de Leonardo fue sólo un pretexto para abordar, sin que se note mucho, mi propia percepción del arte y de la Historia. Ya había hecho otro tanto con el David bíblico de mi libro anterior, Los poemas del rey David (2008), al que encarno desde mi propia experiencia como ser humano. Pero creo que A la mano zurda resulta un libro todavía más orgánico porque consigo ofrecer un Leonardo que en el fondo soy yo, el emigrante que va sirviendo a Dios y al Diablo, de modo que ese sujeto poético sigue las pautas trazadas por Fina García Marruz en unos versos inolvidables: procura / que tu máscara sea verdadera. Y con esa máscara cierta en el rostro escribo sobre asuntos que tienen que ver con las categorías arte-poder y artista-poder. Bien analizado, A la mano zurda es como un himno a la libertad y a la tolerancia. Todo lo que está escrito allí en forma de verso descansa sobre la utopía de un mundo distinto, casi platónico, donde la cultura constituya una razón universal para todos. Esta es una de mis mayores obsesiones que no sólo aparece en mis poemas sino también en mi obra pictórica actual, muy afín con la herencia vanguardista del siglo XX.