La colección Vandalia nos sorprende en esta ocasión dando la palabra a uno de los poetas más jóvenes, convertido ya en uno de los autores más prestigiosos de su generación. ‘Trenes de Europa’ recoge poemas escritos entre 2005 y 2009 por José Martínez Ros. De estructura muy cuidada e impecable rigor formal, los poemas se inscriben en la gran tradición que va desde Garcilaso y Quevedo hasta Antonio Colinas o Pere Gimferrer. “Siempre he creído –dice el poeta– que el tema de la gran poesía es la verdad: la verdad acerca de nuestro origen, nuestras vidas y nuestra extinción, no la verdad epidérmica de lo que se suele denominar realismo. No obstante, al final, en el centro del poema no se encuentra su autor, sino un personaje, construido a partes iguales con imaginación y pedacitos rotos de memoria, que avanza en largos trenes silenciosos por un continente que también se llama Europa, pero que es muy distinto al que vagamente conozco: una mezcla de memoria, fantasía, paisajes, fantasmas y referencias que conforman una mitología privada”.
– ¿Cómo ha evolucionado su poesía desde aquel Premio Adonais 2004 a este nuevo libro?
– ‘La enfermedad’, con el que gané el Premio Adonais, es en cierto modo un típico libro juvenil, un banco de pruebas y exploración; si hay algo valioso ahí, cosa que dudo, es como atisbo, como ensayo de mi trabajo futuro. ‘Trenes de Europa’ es, creo, el primer libro del que estoy satisfecho (al menos, todo lo satisfecho que puede estar alguien con una creación de sus sueños, su ambición, sus deseos y su miedo). No por su valor, que no me corresponde a mí, sino a sus futuros lectores, juzgar, sino porque en él expreso con más o menos intensidad una visión propia.
– ¿Le molesta que le consideren todavía autor revelación, o se considera ya un autor consagrado?
– Trabajo en el sector editorial, así que creo que tengo una perspectiva realista acerca de la relevancia de la poesía en nuestra sociedad o, más bien, sobre su absoluta falta de relevancia. Supongo que se puede hablar de un “consagrado” al referirse a una estrella del Pop o a un autor de best-sellers de moda; no de un poeta que escribe en una soledad pacífica o tormentosa para sí mismo o, como máximo, para un millar escaso de lectores anónimos y cuya atención, probablemente no merece.
– Europa ¿qué es en este libro? ¿un referente geográfico, un espacio de vida, una cultura…? –
Alguien nace en una pequeña ciudad de la costa mediterránea. Al principio, cuando es un niño, su mundo es muy limitado. Luego, a medida que pasa el tiempo, aprende que su lengua es una derivación del latín, que por esa tierra pasaron íberos, fenicios, romanos, godos, bizantinos, árabes… Descubres que vives en un mundo mucho más amplio y fluido de lo que creías, tanto en el sentido físico como en el histórico. Aunque también hay gente muy desagradable, como los fanáticos religiosos o nacionalistas, que eso no lo comprenden nunca.
– ¿Tiene maestros? ¿Quiénes son sus poetas predilectos?
– Ningún escritor proviene de la nada, aunque supongo que todos nos esforzamos con mayor o menor suerte en demostrar que no debemos nada a nuestros antecesores y, sobre todo, a nuestros contemporáneos; es el resultado de lo que Borges llamaba con razón una funesta superstición romántica: la originalidad. Podría hablar de muchísimos escritores a los que admiro. Por ejemplo, de Baudelaire, pater familias de la poesía moderna. O de los surrealistas: Aragon, Michaux, Desnos, Breton y compañía. Pero centrándome en la literatura a la que, para bien o mal, pertenezco, en la poesía en lengua española tendría que decir que no habría deseado escribir si no hubiera leído a Lorca, Ruben Darío o Quevedo cuando era un adolescente, y que no escribiría igual si no hubiera descubierto unos años después a Cernuda, Claudio Rodríguez, Juan Eduardo Cirlot y Octavio Paz. De los poetas vivos, siento un gran respeto por Olvido García Valdés, Antonio Colinas, Pere Ginferrer, (tanto por su obra en castellano como por la escrita en catalán), Antonio Cabrera, Miguel Florián o Eduardo Moga. Y entre los más jóvenes, mis coetáneos, por así decirlo, me siento especialmente feliz cuando leo a Javier Vela, José Luis Rey, Ana Isabel Conejo, Antonio Lucas y Ana Gorría. Me parecen, todos ellos, autores con una enorme dignidad estética, algo que nos hacía falta tras la ñoñez sentimentaloide de buena parte de la poesía de este país durante los ochenta y noventa.
– ¿Un poeta es hoy día un autor polifacético: teatro, artículos, crítica literaria,…? ¿Hay algún género en el que se encuentre más reflejado? ¿Y el que no piensa utilizar, que no le guste, en el que no se encuentre cómodo?
– Siento un excesivo respecto por la poesía para llamarme a mí mismo “poeta”; además, la poesía no está limitada a un solo género, sino es aquello que sustenta cualquier arte digno de recibir ese nombre. Soy un escritor y creo que eso es más que suficiente.