El poeta onubense sorprende con un libro de alta pureza lírica y perturbador con el fin de agitar conciencias
Regresa a la colección Vandalia uno de los poetas más reconocidos del panorama literario hispano, además de viejo amigo de la Fundación José Manuel Lara. Se trata del escritor onubense Juan Cobos Wilkins, que con este nuevo título, ‘Matar poetas’,ha construido una trilogía junto con los dos poemarios anteriores (‘Biografía impura’ y ‘El mundo se derrumba y tú escribes poemas’), publicados también en Vandalia con gran éxito de crítica y público. Estamos ante un libro perturbadoramente íntimo y de alta pureza lírica, ya que es un poemario sorprendente por la potencia creativa que atesora, por la rotundidad de su expresión y por la desnuda sinceridad con que se nos muestra su autor. Y todo ello sin olvidar la capacidad de Cobos Wilkins para la creación de imágenes poéticas, siempre sorprendentes, de gran belleza y de impacto para el lector.
En ocasiones el título de un libro concentra tan alto grado de valor simbólico que se convierte en espejo y referencia de su tiempo. Esto ocurre con Matar poetas, verbo y sustantivo que, dolorosamente unidos, devienen en una sacudida. Rápidamente comprendemos que Juan Cobos Wilkins dice poetas pero está nombrando también cualquier forma de arte, de creación, de cultura, y reivindicando la conciencia ética y estética en una época convulsa. El libro es una nueva reflexión del poeta sobre la creación y los creadores y ha inspirado al músico Diego Galaz la creación del espectáculo musical-literario homónimo, que se estrenará en los próximos meses.
— ¿Qué nexos tiene este libro con los dos anteriores publicados en Vandalia?
— Siento que este último libro, Matar poetas, forma con los anteriores, El mundo se derrumba y tú escribes poemas y Biografía impura, una suerte de trilogía. Hay una sólida urdimbre entre los tres. Se ahondan, se potencian mutuamente. Ha sido así en sus temas y movimientos generadores. Como en un proceso de sedimentación, los motivos primeros se han ido asentando y reforzando, a ellos han llegado otros nuevos y se han añadido otras miradas. Es decir, hay un proceso de ahondamiento, de profundización, y otras ventanas abiertas y nuevos horizontes. Al tiempo, el lenguaje se ha concentrado, depurado, intensificado, en busca de precisión y transparencia. Pero esto sí, y es muy importante, sin perder esa capacidad sugerente, sorpresiva, la que nace del indefinible misterio poético.
— Puede describirnos cómo son los poemas desde el punto de vista formal, qué estructura presenta este libro
— La estructura no es usual. En Matar poetas se alterna el poema en verso con el poema en prosa pero es que, además, el uno es la cara desconocida del otro. Ya en los mismos títulos se establece, el poema en verso se titula, por ejemplo, “Intenta explicarme algunas claves de la soledad” y el siguiente, en prosa, lleva como título “No intento explicarte algunas claves de la soledad.” A lo que se suma que el lenguaje utilizado en unos es bien diferente al de los otros. La depurada intensidad lírica, la metáfora vertiginosa, se encuentra, al otro lado, con un lenguaje aséptico, estricto. La calidez de la lírica en la palma de la mano y la frialdad de los términos científicos en el dorso de la misma mano. El puño se cierra y nos atrapa. Se abre, y echamos a volar. La misma mano que acaricia, abofetea.
— ¿No dudó al elegir un título tan definitivo y simbólico?
— No, no dudé ni un segundo en elegir ese título. En ocasiones singulares el título de un libro contiene y concentra tan alto grado de valor simbólico que deviene en espejo y referencia de su tiempo. Creo que ocurre con Matar poetas, un solo verbo y un solo sustantivo que, dolorosamente unidos, devienen en una sacudida, un sobresalto que agita las conciencias y nos desasosiega. Rápidamente se comprende que al decir poetas estoy nombrando también cualquier forma de arte, de creación, de cultura. Este título nos implica con tan solo dos palabras.
— ¿Los poemas recogen lo que usted capta y ve en la sociedad, lo que le transmite el mundo que nos ha tocado vivir? ¿O son, quizás, reflexiones más personales e íntimas surgidas al margen de lo que le rodea?
— Escribo con íntima sinceridad, desnudo hasta el escalofrío. Pero mi escritura, en verso o prosa, no está, no puede estar, al margen de lo que me rodea. Pues si me rodea, me toca, me incumbe, forma parte de mí, soy yo también. Y si ese rodear es en el sentido de cercarnos, de asediarnos, entonces mi voz se alza y me rebelo. Matar poetas es un libro osadamente íntimo, pero no olvida, como no lo he hecho en los anteriores, la vindicación de la conciencia ética ante un mundo que enseña los colmillos como el lobo feroz, y ya sin molestarse tan siquiera en disfrazarse de abuelita.
— ¿Usted se siente víctima de la sociedad, de la época, de la cultura…?
— No me gusta el victimismo. Lo que sí percibo es que a los creadores se diría que nos tatúan una diana en la espalda para que cuando lo hagan, porque lo harán, siempre lo hacen, no veamos, no sepamos quiénes. Matar poetas nos obliga a mirar ese pelotón de fusilamiento que en este tiempo convulso apunta con los ojos vendados a quienes, con los ojos abiertos, reivindicamos de palabra y obra la conciencia ética y estética.
— ¿Qué imagen elegirías que pueda representar el espíritu de este libro?
— La imagen de la portada del libro es brutal, potentísima, inquietante. Yo la vi clara desde el instante mismo de la concepción del libro. Se me apareció. Y así la propuse a la editorial. Sugiere turbadoramente el contenido: una solitaria cuchilla de afeitar que desgarra el papel y lo desangra. Sí, me quedo con esa imagen.
PRESENTACIONES
SEVILLA, 1 de octubre
Biblioteca Infanta Elena, a las 19,30 horas
HUELVA, 9 de octubre
Casa Colón, a las 19,30 horas
Con la participación del cantante Jesús Albarrán y el bailarín de danza urbana Dan Danza
Con la colaboración del Centro Andaluz de las Letras