El libro, obra de Cipriano Játiva, ha sido coeditado con el Centro de Estudios Andaluces
Este ‘Abecedario filosófico’ ofrece una selección de textos en torno a palabras, autores y conceptos clave de los escritos de Emilio Lledó, uno de los grandes pensadores contemporáneos en lengua española. Muestra el perfil ideológico del maestro, su relieve y los puntos centrales de su pensamiento. El libro, que ha sido editado con la colaboración del Centro de Estudios Andaluces, ofrece una selección de términos que pone de manifiesto la continuidad, las raíces y la evolución de una obra ya clásica, siempre en diálogo con sus predecesores en esta disciplina. Cipriano Játiva, filósofo y alumno de Emilio Lledó, ha realizado un trabajo marcado por el rigor y la reflexión, pero también por el cariño al maestro. Esta antología revela los temas recurrentes de Lledó y las íntimas conexiones entre ellos, favoreciendo una inmersión diferente que invita a acudir o volver a sus libros.
Brevemente glosados, los términos de este ‘Abecedario’ remiten a nociones significativas o a nombres propios de filósofos o literatos, a propósito de los cuales se despliega la escritura de Emilio Lledó. Nos acerca el pálpito de la filosofía misma y de sus cuestiones cruciales, esas que la hacen volver a las fuentes como los humanos volvemos a nuestra memoria, para entender el presente y aquello que podemos alentar en el futuro. La relación personal con Emilio Lledó, el conocimiento de su obra y el papel que ha jugado en la trayectoria profesional de Cipriano Játiva quedan reflejados en este libro, del que nos habla su autor.
- ¿Cuándo se produce su primer acercamiento a la figura de Emilio Lledó?
- Lo conocí a través de sus libros cuando era un joven estudiante de filosofía. Posteriormente tuve la fortuna de realizar con él parte de mis cursos de doctorado, y tenerlo como profesor. Escucharlo analizar conceptos y textos de la filosofía griega, pero también de Nietzsche y otros, como un auténtico maestro del lenguaje, en el más profundo y riguroso sentido de la palabra, pero también en el más elemental y sencillo, cambió mi modo de acercarme a la tradición filosófica, a los clásicos. Comprendí mejor que antes la importancia crucial de las palabras, de la filología, en la reflexión filosófica. Este libro significa, en cierto modo para mí, el intento de buscar y explicitar, en sus textos escritos, aquella misma palabra viva, la de sus cursos.
- ¿En qué medida puede ayudar este libro a incrementar su presencia y difusión de su pensamiento?
- Pienso que, en cierto modo, si se leen sus artículos de prensa, se le entrevista continuamente en los medios, se le requiere para conferencias y charlas, si ha obtenido, sin duda, los mayores reconocimientos públicos (miembro de la Academia, Premio Príncipe de Asturias…), honores en universidades, comunidades autónomas, etc., aquí y fuera de nuestro país, todo eso sin duda significa bastante. Sus libros se reeditan, e indudablemente tienen muchos fieles lectores que valoran su escritura, sus conocimientos y sus ideas. Quizá, sin embargo, el entramado de los conceptos y sugerencias de diálogo filosófico que encontramos en sus escritos, en sus trabajos, su contribución a la historia del pensamiento es menos visible. Este Abecedario intenta favorecer un poco su conocimiento.
- ¿Cómo surgió la idea de este libro y cuánto tiempo le ha llevado su realización?
- Un año he trabajado en él. Pero en realidad llevo muchos años leyendo sus libros. Leer filosofía no nos enseña a pensar, todo el mundo sabe pensar, y sin duda es muy pretencioso decir lo contrario. Pero sí nos enseña a seguir el sutil entramado conceptual de los grandes pensadores, esos que han propiciado las ideas más poderosas y firmes de nuestra tradición. No se lee filosofía para que uno confirme sus ideas, su pensamiento, sino para ser capaz de pensar de otro modo, de pensar mejor, de alzarse por encima de sí mismo, y ver, con ayuda de los grandes filósofos, más lejos. La historia de la filosofía no es una historia de errores, como muchos creen, es una historia de caminos, de sendas, perdidas quizás, pero fascinantes, esenciales. Los grandes pensadores no compiten entre sí, buscan todos lo mismo. Esto también se puede ver en ese gran lector de filosofía (algo nada fácil, pienso) que es Emilio Lledó.
- El libro selecciona palabras, textos, autores y referencias de Emilio Lledó. ¿Se queda con alguna en especial? ¿Hay alguna palabra que defina a Lledó mejor que otra?
- Philia, amistad, posiblemente. Y Eros: es un gran amante Emilio. Amante de la belleza, de la sabiduría, de la justicia, del lenguaje que nos permite buscar estos grandes ideales. No solo para los otros, para imponérselos a los otros –algo que la mayor parte de los idealistas ha pretendido, con gran desgracia para muchas formas de idealismo-, sino para constituir con ellos una voz propia y libre, capaz de pensar por sí mismo, y contribuir con su propia libertad a la común. Como dijo su amigo Juan Cruz durante una entrevista, una de sus mejores cualidades es “su capacidad de espera: espera comprender, hablar, conversar con la realidad, para que esta le dé respuestas. Pero él no tiene todas las respuestas y, aunque es consciente de que nunca vendrán todas, sí espera algunas”. “Creo, sigue Juan Cruz, que la esperanza de Lledó consiste en la confianza que tiene en los otros. Los otros son su esperanza”.
- ¿Qué papel desempeña la lectura en el pensamiento de Lledó?
- Creo que su análisis del acto de leer, de su relación con la memoria y el tiempo, las luminosas páginas que le debemos sobre ese principio fundamental en la transmisión cultural y pedagógica, con el sello peculiar de su lenguaje, una sutileza conceptual y emotiva difícilmente superable, es lo que constituye el legado insustituible de Emilio Lledó al pensamiento contemporáneo. Y es, creo, también, la base de su posición política y ética. Por eso la apuesta por la educación como fuerza civilizadora es, en él, ante todo, la apuesta por la buena lectura, por el acto de leer como ejercicio de producción y de forja de la individualidad, de la libertad personal, esencia de un ciudadano capaz de ser justo con los demás, y con él mismo.
- Por su relación personal con él. ¿Qué rasgo destacaría de la personalidad o del pensamiento de Lledó?
- Mi relación personal concreta se ha basado en una confianza que, sin ningún motivo, con absoluta generosidad de su parte, desde que fui su alumno, siempre recibí de él. Una confianza y amistad que he tratado de agradecer modestamente con este libro. Un libro que es suyo, aunque yo lo haya entretejido. En él están, ante todo, sus palabras, su pensamiento, y un poco aquello que, en alguna medida, yo mismo, haya aprendido de él, y de los clásicos que me enseñó a leer y a