El libro ofrece un completo análisis de este género, hasta ahora escasamente investigado, así como un diccionario de autores y conceptos
La obra ganadora de esta nueva edición del Premio Manuel Alvar de Estudios Humanísticos, ‘Pasé la mañana escribiendo. Poéticas del diarismo español’, de Anna Caballé, reúne las voces principales del diarismo español, hasta ahora dispersas y apenas estudiadas. El libro nos conduce desde sus orígenes entre los curtidores medievales hasta los diaristas contemporáneos, rescatando una valiosa e ignorada tradición y aportando un análisis de los conceptos imprescindibles para su estudio.
El jurado de este certamen -premio que conceden la Fundación Cajasol y la Fundación José Manuel Lara- destacó que se trataba de un exhaustivo balance de la tradición diarística española, fruto de años de estudio de una gran experta en esta materia, “que ha cristalizado tanto en la introducción, breve pero esclarecedora, como en el diccionario de autores y conceptos, donde se evalúan decenas de contribuciones conforme a criterios claros y ponderados”.
Su autora, Anna Caballé, es profesora en la Universidad de Barcelona, responsable de su Unidad de Estudios Biográficos, biógrafa y crítica literaria. Su interés por la escritura auto/biográfica abarca todos los géneros y es el centro de su labor investigadora, junto a la reivindicación intelectual del feminismo
– ¿Cómo surge su interés por las biografías, las memorias y los diarios.
– Nació siendo muy jovencita. Mi padre disponía de una biblioteca muy completa en algunos temas de su interés, pero no tenía una sola novela, como no fueran sobre la guerra civil. De modo que me aficioné a la lectura de biografías muy pronto (especialmente a las vinculadas a Napoleón y su familia, tema por el que mi padre tenía una verdadera obsesión), pues eran los libros que podían estar más cerca de la curiosidad infantil. Años después me sorprendió el hecho de que en la Universidad este género, y otros afines –las autobiografías, las cartas, las memorias, los diarios, géneros directamente vinculados a la experiencia humana- no tuvieran ninguna relevancia intelectual, ningún prestigio. Nunca ningún profesor recomendó una buena biografía en sus clases.
Por supuesto de los diarios ni se hablaba. Un hecho que me sumió en la perplejidad: ¿había perdido el tiempo leyendo libros que nadie respetaba? ¿podían considerarse parte de la cultura a la que yo modestamente aspiraba? En efecto, a comienzos de los 70 nadie los respetaba. Desde entonces no dejo de interesarme por los motivos de aquel vacío que yo entiendo decisivo en la forma de concebir una cultura.
– ¿Su interés es como lectora, como investigadora?
– Mi interés -una pasión que nunca ha flaqueado- primero fue como lectora, y solo años más tarde me decidiría a investigar sobre aquellos géneros cuya existencia transcurría tan silenciosamente. Para ello tuve que convencer a mi director de tesis, Joaquín Marco, de que la escritura autobiográfica era un tema del mayor interés para la literatura y no solo para la historia. Así empecé, en el año 82.
– ¿Cuál es el origen de este libro?
– Surge de la necesidad de estructurar un mundo de lecturas de diarios personales que fui acumulando a lo largo del tiempo. Y de intentar responder a la pregunta de si podemos hablar en la cultura hispánica de la existencia de una tradición diarística autóctona. Mi conclusión es que disponemos de diarios escritos desde el siglo XVI y con el mismo espíritu que puede experimentar un diarista actual, que es el de crear un refugio y también un espacio de libertad moral. Pero esos diarios, muy poco conocidos y menos estudiados como tales, no han tenido la oportunidad de constituirse en tradición. Es decir, no ejercieron apenas influencia en las generaciones sucesivas y muchos de ellos están pésimamente editados todavía. Con la rotunda excepción de ‘El quadern gris’ del escritor catalán Josep Pla, un diario reescrito a lo largo de los años hasta su versión definitiva en 1966. Ese diario, reelaborado literariamente, es el principal y casi único modelo (hispánico) de nuestro diarismo actual. Y de influencia determinante, aunque no única, en el sólido diarismo catalán.
Por último, tenía necesidad de hacer un homenaje a los diarios personales ahora que están en pleno proceso de mutación. Después de siglos y siglos de cuadernos y escrituras que modestamente han luchado por retener algo de la pérdida incontenible de existencia que es la vida humana, el blog y todas sus derivaciones digitales han venido para quedarse. El riesgo que yo le veo al blog es su utilización institucional, fácilmente es presa de las corporaciones que lo ven como una herramienta publicitaria. Nada de eso afecta a quien se sienta a escribir en cualquier rincón cómo le ha ido el día.
– ¿Qué se puede conocer hoy en un diario escrito que no haya traspasado ya las fronteras digitales? ¿nos queda mucho por ocultar a los demás? ¿podemos sorprenderles y ocultar algo?
– Nuestras sociedades tienden a la transparencia velozmente. Los secretos en nuestro mundo son difíciles de mantener y hay muchas instancias interesadas en ponerlos en circulación en el mundo. El caso WikiLeaks, descubriendo misivas y comentarios confidenciales de políticos y personas influyentes, es el mejor ejemplo de la vulnerabilidad actual de la confidencia. Antes permanecía oculta en los archivos de las embajadas, ahora basta una conexión a internet para que todo se sepa globalmente. Y, sin embargo, el ser humano sigue teniendo la misma necesidad de siempre de preservar su intimidad al tiempo que también necesita pensar sobre ella. Es un anhelo de trascendencia que nos acompaña y nos hace permanentemente nostálgicos de otros mundos posibles. Este es para mí el espacio incombustible del diario. ¿Qué sabemos en realidad de la vida de la gente? ¿Cuántos diarios no se escriben respondiendo a una llamada interior y sin necesidad de que nadie sepa nada al respecto? Todos nosotros tenemos percepciones y experiencias que son nuestras y no comunicamos a nadie, van con nosotros, son parte de nuestra identidad siempre cambiante. Sin ellas no podríamos hablar de subjetividad y el diario es el libre ejercicio de la subjetividad. De modo que ¿ocultamos cosas? Por supuesto que sí, la transparencia total es imposible, deo gratias. Mi libro es una defensa de la intimidad, a pesar de toda la explotación que sufre.
– ¿Qué modelos de diarios podemos encontrar en el libro?
– Bueno, el subtítulo es ‘Poéticas del diarismo español’ porque no hay un modelo de diario, sino muchos, aunque nuestro tradicional y visceral rechazo al psicologismo y la introspección ha hecho que el modelo imperante sea el literario, construido en torno al diarista asentado como personaje de sí mismo. Pero en realidad podría hablarse de tantos modelos como diaristas hay. El libro recoge y reúne a los principales y eso no se había hecho nunca: desde el modelo espiritual de Ignacio de Loyola y Teresa de Ávila, hasta el libertino de Moratín, el ilustrado de Jovellanos, el político de Azaña, el literario de Trapiello o el diario que en mi opinión está más próximo a lo que en un contexto europeo ha producido los diarios más influyentes, me refiero al magnífico ‘Diario’ de Rosa Chacel.
– ¿Hay diarios femeninos y diarios masculinos, o solo diarios escritos por mujeres y diarios escritos por hombres? ¿hay diferencias?
– Hay diferencias y rotundas. He podido comprobar que las mujeres en sus diarios no están interesadas en construirse un personaje, sino en indagar en su propia identidad, a veces como escritoras. Ahí están los diarios de Rosa Chacel, de Carmen Martín Gaite o el más reciente de Laura Freixas. Recurren al diario como un espacio de contacto con su propio ser y las dificultades y angustias que les crea. Pero se da la paradoja de que informando las pocas estadísticas que tenemos de que las mujeres son particularmente sensibles al hecho de llevar un diario, la mayoría de los publicados son diarios escritos por varones. La explicación es clara en mi opinión: la autoestima femenina es mucho más vulnerable y autocrítica, de modo que el diario se concibe más como una proyección del espacio interior que un espacio literario.
– ¿Cuánto hay de reflexión y cuanto de exhibición en un diario?
– Es una pregunta imposible de contestar, es como si tuviera que responder cuánto hay de reflexión y de exhibición en los seres humanos en general. Pues hay de todo, claro. Pero yo no entiendo la escritura autobiográfica en general, y la de los diarios en particular, como un proyecto exhibicionista, sino como respuesta plural y abierta a una necesidad profunda que nunca tiene la respuesta adecuada: ¿cómo soy? ¿cómo es mi vida? ¿estoy satisfecha con ella? Los diarios expresan en su mayoría un plus de significación que no tiene salida en la vida diaria.
– ¿Podemos llevarnos alguna sorpresa, algún detalle sobre algún diario que usted revele en este libro?
– El mayor impacto fue leer el ‘Diario’ de un soldado gallego atrapado en el fuego cruzado de la guerra civil: sus ideas eran azañistas, pero tuvo que luchar en el bando nacional. Llevaba un diario, pobretón y manchado de barro, que escribía a lápiz y donde vertía esta contradicción que estaba viviendo. Un compañero le denunció y fue fusilado por los nacionales por esta sola causa. Se llamaba Faustino Vázquez Carril y tenía 23 años cuando murió. Hasta donde yo sé es la única persona que ha sido ejecutada por llevar un diario. Es un caso que debería estudiarse en las escuelas para que nunca vuelva a suceder. Pero con estos mimbres, ya es un gran mérito que el diario haya logrado sobrevivir a tanta intolerancia.
– ¿Le ve futuro al diario?
– Sin duda ninguna. Es más, creo que vamos a ver la profesión de diarista, con una dedicación exclusiva al género como la puede tener ahora un novelista.