“Concibo la literatura como perpetuo movimiento”, indica la escritora
El segundo poemario de la escritora madrileña Nuria Barrios, titulado ‘Nostalgia de Odiseo’, es el nuevo libro de la colección Vandalia. Con la autora, ganadora con su anterior entrega poética del Premio Ateneo de Sevilla, nos acercamos a la figura de una legendaria mujer, Penélope, el célebre personaje que creara el poeta griego Homero. Nos encontramos en estos versos a una esposa abandonada en plena juventud, que envejece con cada puntada que da en su famoso telar. Prisionera en su propio palacio y asediada por jóvenes pretendientes, Penélope vive entre recuerdos, incertidumbres y anhelos secretos.
Para Nuria Barrios, ‘Nostalgia de Odiseo’ “recrea la historia que silenció Homero, la Odisea de Penélope. Ella no libra sangrientas batallas ni se enfrenta a enfurecidos dioses; la suya es una lucha titánica por salvar a Odiseo sin perderse a sí misma. Abandonada en plena juventud, lucha por mantener vivo su amor, pues sabe que si se extingue, con él morirá Odiseo. Pero en la espera Penélope olvida ese amor, y lo inventa. Ese proceso de invención, que es la esencia de todo amor y de la propia identidad, vertebra los poemas de este libro”.
El personaje de Penélope le ha servido a la autora como vehículo perfecto para hablar de lo que más le interesa: “La invención del amor, la locura, la muerte, la construcción de la identidad, el deseo, también la maternidad… Ambas somos mujeres, ambas hemos sido hijas, amantes, madres, fieles e infieles, supervivientes del amor ajeno y del propio, también del odio ajeno y del propio”.
Este libro de poemas llega tras el reciente éxito de ‘El alfabeto de los pájaros’, que ha confirmado a Nuria Barrios como una de las narradoras más prestigiosas de su generación. Esta cambio de géneros no se produce “tras una decisión previa de escribir novela o poesía o relatos… Sucede más bien al contrario: aquello sobre lo que quiero escribir impone la forma de ser narrado”.
Y es entonces cuando le gusta sentirse como Penélope, “que requiere un telar para trabajar, pero convierte esos maderos retorcidos en la ventana por donde escapa. La tela que teje es vela, es mortaja, es traje de novia, es el rostro del amante, es tumba tenebrosa… Es todo. Es nada. La clasificación está bien para los taxonomistas, para los genealogistas, para los bibliotecarios…, pero no para los creadores. Sólo me gusta el corsé cuando es juego y se convierte en resorte creativo”. De ahí que le resulte difícil definir y calificar su obra. “Rehuyo de hacerlo- indica-, porque definir es detener y yo concibo la literatura como perpetuo movimiento”.
Sus variadas manifestaciones literarias son también reflejo de numerosas influencias en su proceso creativo. “Me considero deudora y admiradora de poetas, novelistas, ilustradores, pintores, ensayistas, cineastas, músicos… También de mucha gente de la calle. De todos aquellos que me enseñan a mirar y escuchar lo que no veo ni oigo, que abren puertas a otro tiempo y otro espacio”, explica. Pero se atreve a concretar algunos nombres: “De Juan Gelman a San Juan de la Cruz. De T.S. Eliot a Alejandra Pizarnik. De Jorie Graham a Blanca Varela… Homero, por supuesto. Y con todo lo que me gusta fabrico mi hilo, como la araña y como Penélope”.