Prosa poética y poemas conforman este nuevo título de la Colección Vandalia
Las difíciles relaciones entre padres e hijos impregnan el nuevo libro de la colección Vandalia, obra del poeta Jesús Aguado, que se presenta esta semana. ‘Carta al padre’ –título de la publicación- consta de cuatro partes (dos escritas en prosa poética y dos formadas por poemas), que buscan desentrañar los misterios de la paternidad y la figura intimidatoria del padre. No se trata de un ajuste de cuentas, según ha manifestado el propio Aguado, sino que estamos ante la revisión de unas relaciones humanas, siempre complejas y dispuestas a ser revisadas con las mejores intenciones, aunque no siempre lleguen a buen puerto. Ampliamente reconocido por la crítica, Jesús Aguado es uno de los autores más singulares y prestigiosos de la poesía española actual.
– ¿En qué momento de su vida, de su biografía, llega este nuevo libro de poemas?
– Un buen momento para mirar hacia atrás (hacia al padre y a todo lo que representa) y también para mirar hacia adelante (hacia mi hija, desde donde he escrito mis dos últimos libros, y todo lo que promete) sin perder el paso ni volverse loco. Cada libro de poemas es una de esas rocas que sobresalen de la corriente gracias a las cuales, de salto en salto, uno puede alcanzar la otra orilla sin ahogarse. En este sentido, era especialmente importante para mí: por esta parte del río las aguas bajan bravas y me hacía falta, más que en otros momentos de mi existencia, una base sólida, una piedra fiable, un lugar firme desde el que hacerle frente. Este libro aspiraba a eso.
– ¿Era una asignatura pendiente para usted analizar el tema de la relación padre/hijo? ¿Se trata de un ajuste de cuentas, o no hay rencores?
– Siempre me ha fascinado el abismo y el vértigo que abren, contra sus propios intereses más conservadores, las relaciones institucionalizadas como esta de padre/hijo. La lucha entre las obligaciones que impone esa institución (la familia, la sociedad) y la necesidad de construirse una identidad al margen de ella o, en ocasiones, enfrentándose a ella es un reto ineludible y, en ocasiones, catastrófico. No hay más que leer, entre otros cientos de ejemplos, el famoso libro de Kafka -cuyo título el mío trasplanta a su portada- para darse cuenta de esto. Pero no era ni una asignatura pendiente ni un ajuste de cuentas sino, en todo caso, un asomarse a ese abismo a ver qué.
– Es casi obligado preguntarle cuánto de autobiográfico hay en este libro.
– Hay bastante de autobiográfico. Sobre todo en la segunda parte, en la que he contado cosas que me he guardado en silencio durante décadas. Un esfuerzo de autoconocimiento y autoexposición sin trampas (sin caer en la moda de la autoficción) que me ha costado mucho.
– La literatura, la poesía ¿le ha servido para acercarse con más facilidad a este tema, o para darle visiones más variadas, soñadas, a estas relaciones tan complejas, y al mismo tiempo tan naturales?
– Me han ayudado la distancia, los amigos, los amores, los viajes, los libros. Y darme cuenta de que este es un conflicto universal, no particular. La escritura, además, es terapéutica, algo que se sabe, y desmitificadora: una vez que uno pone a caminar a un padre (o cualquier otra figura endiosada por la tradición) por una hoja en blanco se da cuenta de que pierde sus cualidades fabulosas y se asimila a un gusano, una hormiga, un niño, una hoja arrastrada por el viento, un jabalí, un desconocido, cualquier cosa.
– ¿Se siente adscrito a alguna corriente literaria o se mantiene al margen de las escuelas poéticas?
– Completa y felizmente al margen. Soy, en lo que a corrientes o escuelas o grupos de poder literario se refiere, un solitario convencido, vocacional, irrenunciable.
– ¿Este es un libro de poemas escritos recientemente o es el fruto de muchos años de trabajo?
-Han sido varios años de trabajo que, en efecto, he alternado con otras cosas. Pero ha sido mi obsesión central de media vida.