A la hora de analizar las causas de la decepción política de los españoles, tan presente en la convulsa actualidad, conviene remontarse a los orígenes para ver e intentar comprender por qué empezamos a distanciarnos de nuestros gobernantes y cuáles fueron los motivos del desencanto. Desde su larga experiencia como observadora, la periodista y escritora Nativel Preciado recurre al diálogo con un joven politólogo y en la conversación afloran los recuerdos y las anécdotas de más de cuatro décadas de oficio, en las que la autora ha conocido de primera mano a todos los protagonistas de la vida pública, desde los dirigentes que lideraron la Transición hasta quienes ahora cuestionan su legado. Y esta reflexión en voz alta ha quedado recogida en ‘Hagamos memoria. Políticos y periodistas de la Transición a nuestros días’, nuevo título editado por la Fundación José Manuel Lara, en su colección dedicada a recopilar la memoria personal de destacados protagonistas de la actualidad o de la realidad sociocultural española.
Cronista parlamentaria durante la Transición, a la que ha dedicado varios trabajos de referencia, la autora ha seguido la información política desde la primera línea durante décadas, hasta hoy mismo, ya que sigue participando en tertulias televisivas y radiofónicas, y escribiendo artículos y entrevistas para diversos medios. ‘Hagamos memoria. Políticos y periodistas de la Transición a nuestros días’ no es un libro escrito desde la nostalgia, sino concebido para la reflexión, y en él se impone la impresión de que nada de lo que ocurre es completamente nuevo, de ahí la recurrente sensación de déjà vu, de experiencias ya vividas. Mucho de lo que está pasando ya había sucedido antes. De algún modo la historia se repite y más ahora, que tanto se habla de una segunda Transición.
Los motivos que han llevado a Nativel Preciado a escribir este libro, y las claves en que basa su reflexión, han quedado recogidos en la entrevista publicada por Guillermo Busutilo en nuestra revista ‘Mercurio’
– El leit motiv de ‘Hagamos memoria’ es que la historia se repite.
– Siempre se repite de manera circular, desde el punto de vista personal, biográfico y político. Hay una espiral en la que se repiten las circunstancias con matices. Los acontecimientos no son idénticos, pero son semejantes las diversas maneras de afrontarlos. Por eso, como digo en el libro, tenemos esa sensación de como si lo que está ocurriendo ahora ya hubiese sucedido antes.
– Usted hace referencia al historiador Juan Andrade cuando dice que muchos tienden a confundir la Historia con su propia biografía. ¿Es inevitable no hacerlo?
– Es imposible distanciarse de los fenómenos que hemos vivido, en épocas marcadas por acontecimientos importantes, desde la fila cero, en primera persona, como testigos. Esos hechos vividos en la juventud y que nos marcan personal y políticamente nos parecen, entonces y también después, únicos e insuperables. Es lo que muchas veces nos lleva a mitificar el pasado.
– En ese sentido ¿la memoria es análisis o una ficción
– Intentamos que sea análisis pero no hay quien le quite el elemento de la ficción y que esta no la contamine. La repetición de las narraciones van añadiendo elementos que se confunden con la realidad y el recuerdo, con otros conocimientos que te van contando o vas aprendiendo en lecturas posteriores. Hay un momento en el que ni tú mismo sabes hasta qué punto la memoria se contamina de ficciones. No obstante hay que intentar recordar las cosas sin intentar recrearlas o contribuir a cierta manipulación.
– ¿Y la política, es ficción?
– Sobre todo cuando la narran los propios protagonistas. Muchos políticos insisten en contarme que el 23F, a pesar de que fui testigo directa, permanecieron de pie como hicieron Suárez, Gutiérrez Mellado y Carrillo, y no se habían metido bajo los escaños como hicieron todos. Los políticos casi siempre hacen ficción de sus propias batallas y de sus supuestas heroicidades y conquistas.
– El libro es un diálogo intergeneracional donde se representa la creencia de los jóvenes de que los veteranos ocupan su lugar y que debería existir una obsolescencia de la vejez.
– Los jóvenes de mi época también esperábamos con ansiedad el relevo generacional y todas las que son anteriores se resisten a ser desalojadas. Valoro mucho lo que no tengo. Ese ímpetu de la juventud, con su fuerza y audacia, aunque a veces te conduzca al error. Echo de menos todo lo que se pierde con el paso de los años. Igual que valoro indudablemente la experiencia y defiendo que los que la tienen no tengan que ser excluidos ni convertirse en clase pasiva. Pero si tengo que elegir prefiero a jóvenes insolentes que a viejos soberbios.
– Gran parte de ‘Hagamos memoria’ se centra en el establecimiento de la democracia. Un proceso sujeto al miedo y a muchos intereses.
– La Transición fue una obra compleja y llena de aristas. Fue posible por los movimientos ciudadanos y las protestas de trabajadores, sindicalistas, universitarios, curas obreros, abogados laboralistas, que hicieron que los políticos se inclinasen por la democracia, pero el miedo estaba presente. Unos lo utilizaron en beneficio propio y otros lo superaron. La democracia fue un encaje de bolillos prendido con alfileres.
– ¿Nació la Transición con una fecha de caducidad o fue un proceso incompleto?
– Las dos cosas. Tenía una fecha de caducidad desde el principio porque sus protagonistas irían desapareciendo con el tiempo y por el propio asentamiento de la democracia. Unos historiadores marcan el final en el 23F y otros en la llegada del PSOE al gobierno en 1982. Y la Transición fue incompleta porque sus defectos no fueron subsanados por los que tenían la posibilidad de haber profundizado en la labor no resuelta del problema territorial o en el relevo de la judicatura. Esa pos Transición dejó problemas pendientes de los que provienen algunos de los que tenemos hoy.
– Usted habla de muchos personajes de esa época y afirma que el carisma se hace y lo otorga la memoria.
– Ni Gandhi ni Churchill nacieron con carisma. Se fueron haciendo con el uso de su actividad política y su trayectoria. También hay otros que por mucho que se empeñen nunca lo tienen. El carisma es una mezcla de actitud y aptitud.
– Tampoco tenía carisma Suárez y hoy se le recuerda por su papel en la Transición.
– Efectivamente era un tipo sin ningún carisma, ambicioso, oportunista, que supo rodearse de personajes que podían ayudarle a posicionarse en la cumbre y a ser presidente, aunque al serlo lo pasó muy mal porque se rodeó de enemigos, perdió el favor de todos y se encontró solo. Y de repente se dio cuenta de la grandeza del momento y se convirtió en un personaje con cierta entidad, que todos hemos reconocido después. En parte por algunos de sus méritos, por la rebeldía y el coraje que demostró el 23F y también por su drama personal.
– Usted defiende más la figura de Felipe González.
– El fue el político más importante y carismático de todos. De los pocos que no perdió el carisma al perder el poder. Lo que pasa es que los problemas de la corrupción oscurecieron mucho el final de su mandato.
– ¿Ha cambiado mucho la relación entre la política y la prensa o es una cuestión de ciclos?
– Son vaivenes históricos porque hubo momentos en los que existió mucha coincidencia en los objetivos, una camaradería que propiciaba importantes confidencias y que permitía a la vez una confrontación entre política y prensa era abierta y sana porque muchos medios eran la aventura periodística de un solo propietario. Luego nos separamos de una manera más radical, y poco después el poder político se dio cuenta de que para tener verdadero poder había que tener y manejar los medios. Y ahora, un compadreo más interesado y sujeto a los poderes financieros.
– Usted cita a Saramago cuando dice que la democracia es un instrumento de poder económico. ¿Un instrumento que puede dar lugar a las nuevas dictaduras?
– Las dictaduras han pasado de estar en manos de los militares a estarlo en las del mercado cuyo rostro desconocemos. Los gobiernos nacionales han dejado de tener la posibilidad de discutir o de rechazar medias impuestas por Bruselas, por el FMI, por el Deutsche Bank, y da la sensación de que si uno se rebela ocurre como le ha ocurrido a Grecia, que es derrotada y obligada a volver al redil. Aún así, tengo la esperanza de que si todo el mundo se moviese en la misma dirección podría hacerse más de lo que parece. Hay que intentar tener un margen de maniobra y no rendirse incondicionalmente a lo que digan los mercados.
– ‘Hagamos memoria’ es su memoria histórica y una lectura didáctica de los acontecimientos y su relato periodístico. ¿La política debería ser educación en lugar de adoctrinamiento como tantas veces parece?
– Es fundamental que sea así. El adoctrinamiento termina desembocando en dictaduras. El aprendizaje del conocimiento político es imprescindible en las democracias. Por eso se les pide a los políticos que tengan una vertiente de ejemplaridad que tantas veces obvian, en formas, en actitudes, en comportamientos como la crispación o la corrupción. Los políticos no deben contribuir a abrir la espita de la virulenta crispación ni a agrandar el sectarismo como sucede actualmente. A las democracias se les olvida a veces educar en política.