El galardón recayó en el libro titulado ‘La belleza no está en el interior’, que se publica en la colección Vandalia
En el marco de la Feria del Libro de Sevilla, como ya es tradicional, se celebró el acto de entrega del Premio Iberoamericano de Poesía Hermanos Machado, convocado por el Instituto de la Cultura y las Artes del Ayuntamiento de Sevilla, con la colaboración de la Fundación José Manuel Lara. El galardón recayó en su sexta edición en el poeta José Manuel García Gil, por su libro ‘La belleza no está en el interior’. El Premio asume el doble objetivo de promocionar la poesía en el ámbito iberoamericano y consolidar el prestigio de Vandalia, tanto en España como en América.
El concejal delegado de Hábitat Urbano, Cultura y Turismo, Antonio Muñoz, fue el encargado de entregar el diploma acreditativo en el transcurso de un acto en el que también intervino el escritor Jacobo Cortines, miembro a su vez del jurado, que reconoció en su obra una poesía clara, narrativa, llena de imágenes poderosas, que alterna con acierto la vida y la cultura, los tonos de la experiencia con las recreaciones históricas, en poemas de largo aliento que destacan por su cuidada construcción y la unidad del conjunto.
– ¿Cómo surgió la idea de presentar este libro al Premio Hermanos Machado?
– Seguí la trayectoria del premio en convocatorias anteriores y me atrajeron la seriedad de los convocantes y la suficiencia literaria de los componentes del jurado. En España es complicado publicar poesía si no es a través de un premio literario, pero yo hacía años que no me presentaba a ninguno. Luego, una vez dentro, hay que aceptar que se trata de una especie de ruleta y que azares o desazares, cuando no hay corruptelas, tienen mucho que ver en la decisión final.
– ¿Qué pretende cuestionar con este libro de título tan sugerente?
– Alguno pudiera pensar que he titulado así el libro para disuadir a aquellos lectores que aún creen que la belleza -inmutable, eterna, absoluta- debe ser el destino de cualquier expresión artística. No, no ha habido intención alguna de espantar al público por la vía de la advertencia. Más bien se trata de cuestionar algunas convicciones. Esta de la belleza vale tanto como otras: el tamaño no importa, lo bueno si breve… Agotado de oír frases que representan un pensamiento único, el tiempo y la literatura me han enseñado a negar toda verdad dogmática y consagrada. Discrepar de las consignas -también de las literarias- es una buena manera de encontrarle uso a la poesía.
– ¿Qué le une y/o qué le separa de sus libros anteriores?
– Creo que todos los libros que he escrito conversan entre sí y todos están atravesados por un yo que ahora es quizás más escéptico y tiene muchas menos certidumbres. De cualquier manera, sin renegar de los libros anteriores, me reconozco mejor en este último espejo que en otros. Quizás porque acabo de pasarle el paño y colgarlo.
– ¿Dónde ha buscado inspiración para estos poemas, qué autores, géneros o manifestaciones artísticas están de fondo?
– El punto de vista de muchos de estos poemas es el del poeta que busca inspiración, estímulo, procedimientos y temas en la literatura, sobre todo, pero también en la pintura, en el cine, en la historia, en la música. Todo eso es lo que coloco en la lanzadera de mi vida y de mi memoria. Y esa cantera es variopinta y puede incluir lo mismo a Carlos Edmundo de Ory que a Bob Dylan, al Corsario Negro o a la teniente Ripley.
– ¿Dónde está la esencia de lo bello para un poeta como usted?
– La belleza es un prodigio cotidiano y un lujo de primera necesidad, le leí en una ocasión a Muñoz Molina. La tenemos delante, pero prescindimos de ella en favor de la funcionalidad y de lo útil. Ahora lo bello se agota en pulsar ‘me gusta’ y, desde un punto de vista poético, entiendo que esa esencia de lo bello es imposible no sólo sin comunicación, sino también sin conmoción y vulneración.
– ¿Cómo es su relación con la poesía al margen de su faceta creadora, ya sea en revistas, como estudioso o como autor de antologías?
– Es una vieja e intensa relación en la que he tocado muchos palos. Dirijo desde hace años una revista de literatura y pensamiento –‘Caleta’- junto al escritor y amigo Alejandro Luque, y una colección –‘Calembé’- de libros de relatos con el Ayuntamiento de Cádiz, que pone el acento especialmente en la relación con Hispanoamérica. Ambas empresas tienen un componente de aventura que me fascina y otro político, de trato con las instituciones, que detesto. De entre las satisfacciones que esas actividades me han dado destacaría la preparación de las antologías de cuentos de México, Costa Rica y Colombia. Sobre todo, la relación con escritores y literaturas estupendas y el hecho de poder darlos a conocer en España.