José Luis Ferris presentó la biografía que ha escrito sobre María Teresa León, obra galardonada con el Premio Antonio Domínguez Ortiz 2017
El Premio Antonio Domínguez Ortiz de Biografías 2017, que conceden la Fundación Cajasol y la Fundación José Manuel Lara, tiene como protagonista a una mujer excepcional: María Teresa León. Vinculada a Rafael Alberti durante más de medio siglo y autora de una variada obra literaria, José Luis Ferris recupera la figura de una mujer emancipada que preconizaba la España republicana y dejó en su obra, de acusado carácter autobiográfico, numerosas pistas de un itinerario marcado por el amor y el desamor, el combate y el destierro, el compromiso y la soledad, el ruido y el silencio, la guerra y la pasión por la vida. El jurado, compuesto por Nativel Preciado, Antonio Cáceres, Jacobo Cortines, Alberto González Troyano, Ignacio Fernández Garmendia, Joaquín Pérez Azaústre y Rafael Valencia, valoró en ‘Palabras contra el olvido. Vida y obra de María Teresa León (1903-1988)’, “el documentado y exhaustivo recuento del itinerario personal y creativo de María Teresa León, una de las grandes mujeres del 27, verdadero icono de la generación de la República y testigo excepcional de las vicisitudes de su siglo en lo que se refiere a la historia, la literatura y la política”.
La figura de María Teresa León estuvo vinculada a la de Rafael Alberti durante al menos cincuenta años, en los que ambos vivieron juntos las experiencias decisivas de la guerra y el exilio. Pero su relación con el poeta no debe ocultar la contribución de una de las escritoras más deslumbrantes de la generación del 27. Autora de relatos, novelas, biografías, ensayos, piezas teatrales, guiones y artículos de prensa, María Teresa León encarnó el ideal de la “nueva mujer”. Profundo conocedor de la época, José Luis Ferris traza en estas páginas la apasionada semblanza de una mujer extraordinaria que, pese a haberse definido a sí misma como “la cola del cometa”, no puede ser reducida a un papel secundario. Tanto su trayectoria como sus libros hablan de una brillante femme de lettres que luchó por la libertad en todos los órdenes y cuya fascinante peripecia, asumida como parte de la epopeya colectiva de su generación, refleja una aventura íntima, social, política, moral y literaria que exige ser rescatada del olvido.
- ¿Cómo surge la posibilidad de presentarse al Premio Antonio Domínguez Ortiz?
- Llevo a mis espaldas cuatro biografías y nunca me había plateado optar con alguna de ellas a un premio de literario. Cuando hace algunos años leí la convocatoria del premio Antonio Domínguez Ortiz pensé hacerlo con el siguiente libro de este género que escribiera, dado el prestigio que había adquirido el galardón que otorga la Fundación José Manuel Lara. Ese ensayo próximo ha sido, al final, la biografía de María Teresa León.
- ¿Qué podemos conocer de nuevo sobre la figura y la obra de María Teresa León? ¿Qué novedades aporta el libro?
- Por desgracia, para la mayoría de lectores, María Teresa León es en sí una novedad. No ocupa el lugar que merece en la historia cultural de este país, ni en los manuales literarios, ni en los libros de texto, ni en las antologías. Salvando esa respetable excepción de especialistas en la Edad de Plata, en la literatura del 27, de la República y del exilio, la escritora riojana es una figura por conocer, sobre todo su obra. Mi tarea ha sido esencialmente recopilatoria. Ha consistido en una puesta al día del personaje y su contexto sirviéndome para ello del caudal de testimonios, estudios, libros y artículos que se han acercado a la autora de ‘Memoria de la melancolía’ en los últimos treinta años, pero también he tratado de hallar el dato y el documento preciso en hemerotecas y archivos de la época, ya fuera en sus años de infancia y juventud en España, ya se tratase de su largo exilio en América o en Italia. En medio de todo ello hallamos confesiones, cartas inéditas hasta hace poco, episodios, textos perdidos y momentos que, sumados y recogidos en un volumen, nos resultan reveladores para conocer con más profundidad lo que pasó en la vida y en el pensamiento de una mujer que nació para escribir, recordar y contar.
- ¿Qué destacaría de la personalidad de esta mujer? ¿Aceptó de buen grado ser ‘la cola del cometa’, o no tuvo más remedio por el carácter de Alberti y la propia época que le tocó vivir?
- En el corazón de María Teresa habitaban sentimientos encontrados. Por una parte, ella conocía perfectamente su capacidad creativa, los ilimitados márgenes de su oficio de escritora, su carácter resuelto a la hora de encarar el trabajo, el esfuerzo e incluso el sacrificio por un fin. Sin embargo, el tiempo al lado de un hombre también con luz propia, pero poco dado a la colaboración doméstica, a esos asuntos terrenales que te aseguran la supervivencia diaria, hizo que ella tomara las riendas en un momento dado, sobre todo a partir del exilio y del nacimiento de su hija Aitana, de todas las tareas asumibles e inasumibles, incluyendo en ellas la promoción literaria del esposo en detrimento de su proyección personal. Asumió ese papel por amor a Alberti y por amor a su familia, aunque tuviera momentos íntimos de melancolía y se sintiera postergada por seres muy cercanos.
- ¿Su obra literaria es desconocida en líneas generales? ¿Qué destacaría de ella?
- De María Teresa hay que destacar su lenguaje cálido, preciso e intenso, su prosa, su capacidad de evocación y también el lirismo, el componente poético que se filtra en su discurso. Además, está el valor testimonial de su labor literaria, el significado de una experiencia o de una memoria personal que adquiere resonancias de yo Se podría decir que toda la literatura de nuestra escritora está traspasada de voces, de canto común, de tintes morales. Es una vindicación de ese proceso histórico que vertebra ochenta años del pasado siglo y que no se puede explicar sin sus textos esenciales. No hay que olvidar que en la obra de María Teresa León lo autobiográfico es una nota dominante que lo impregna y lo contagia todo, desde las colecciones de cuentos a sus novelas, obras dramáticas, biografías, ensayos, guiones cinematográficos y radiofónicos, relatos breves o artículos publicados en prensa y en revistas españolas y americanas. Pero además –insisto–, el sentido último de ese relato vital, de la veintena de libros que publicó, se halla en lo que tiene de epopeya colectiva, de yo nutrido de experiencias comunes, de episodios compartidos con las víctimas de una misma realidad, de un proceso histórico concreto –la Guerra Civil y el exilio– que, al ser escrito, verbalizado, se transforma en acto ético. Desde mis primeras lecturas de la obra de María Teresa León tuve la sensación de que las historias que contaba, con todos los matices personales que se quiera, eran una historia común; su voz sonaba a la voz de un tiempo, a la garganta viva de todas las mujeres, de todos los desterrados, de todos los seres maltratados y heridos por la vida.
- Ha sido una mujer injustamente olvidada por la sociedad española, por los ambiente literarios ¿conscientemente o por culpa de alguien o de algo?
- En primer lugar, la mujer, el género femenino, ha sido culturalmente maltratado. Ocupar un espacio en la vida pública, en grupos de decisión, en lugares de relevancia social, cultural o política era una gesta difícil y en muchos casos imposible para ellas. Pero el desprecio, ya fuera declarado o sutil, no venía únicamente de un patriarcado secular o de un machismo social, provenía incluso de los propios compañeros de viaje de esas mujeres que escribían, pintaban, pensaban o hacían política. Habría que revisar, en este sentido, el comportamiento de grandes hombres que infravaloraron el papel de la mujer en esos años de grandes cambios, desde Gregorio Marañón a Ortega y Gasset, Luis Buñuel y un largo etcétera. Ellos pasaron a la Historia sin más reválida que los límites de su talento. Ellas se quedaron en el camino porque su condición de mujer restaba indudablemente puntos para la gloria. En el ámbito cotidiano, María Teresa León, como otras mujeres-esposas de artistas y escritores de aquella época (Eulalia Galvarriato, Concha Méndez, Rosa Chacel, Josefina de la Torre o Ernestina de Champourcin, etc.), tuvo que compaginar la creación literaria, el compromiso político y otras tareas intelectuales, sociales o ideológicas, con la maternidad y la administración familiar. Si a ello unimos una experiencia tan corrosiva e implacable como el exilio, el resultado es una autora sepultada aún más por el olvido; un olvido inmerecido y mezquino.
- Después de Maruja Mallo o Carmen Conde, también investigadas por usted, ¿qué mujeres relevantes le gustaría conocer mejor? ¿quedan muchos personajes misteriosos o poco conocidos de esa época aún por descubrir?
- Mi trabajo como biógrafo no obedece a ningún programa ni plan establecido. Cada una de las mujeres que he estudiado responde a motivaciones muy diferentes. Maruja Mallo era la salsa de todas las fiestas. La mencionaban de pasada los biógrafos de Alberti, Lorca, Dalí, Buñuel, Miguel Hernández… Sin embargo, muchos de esos investigadores apenas conocían a la artista, ni siquiera sabían si había muerto al final de la guerra o si todavía estaba viva. Me interesé por ella y la rescaté en un libro que titulé ‘La gran transgresora del 27’. La biografía de Carmen Conde fue un encargo institucional para la conmemoración de su centenario. Al principio tenía mis dudas, pero cuando accedí a los archivos que se conservan de la escritora en el Patronato Carmen Conde-Antonio Oliver de Cartagena me fascinó el personaje, la obra y la vida de una mujer poco o mal conocida pese a su larga presencia en la literatura española y su significación como primera figura femenina en entrar en la Academia de la Lengua. María Teresa León llegó por un hallazgo y una devoción personal. Quedan muchas en esa operación de rescate, pero también son ya muchas las sensibilidades que están trabajando y publicando en esa dirección: Inmaculada de la Fuente, Antonina Rodrigo, Benjamín Prado, Clara Janés, Pepa Merlo, Shirley Mangini…
- ¿Cómo definiría el tipo/método de biografía que usted maneja? ¿Más o menos literaria?
- Para mí, escribir una biografía no difiere mucho de escribir una novela. En ambas hay documentación, investigación, personajes que entran y que salen, que circulan; solo que en el primer caso, el material ha de ajustarse con todo rigor a los hechos, a lo que puede probarse; sin margen alguno para la ficción o la conjetura. Me alejo mucho, en el planteamiento, del historiador erudito que quiere que el lector aprecie y admire su sapiencia. Los conocimientos que pretendo trasmitir han de entrar sin el menor obstáculo, con el flujo de las palabras, tal y como ocurre cuando nos atrapa una narración por el contenido y, sobre todo, por la fuerza del lenguaje. Primero soy escritor y luego, investigador y filólogo. Nunca al revés. Digamos que mis ensayos biográficos se aproximan más al modelo anglosajón que al prototipo habitual de volumen de historia donde los datos y las citas ahogan, a mi parecer, el relato, o bien lo reducen en algunos casos a una delgada referencia.