Prescindir de lo anecdótico y buscar lo esencial son los objetivos del autor, que se incorpora con este poemario a la colección Vandalia
Ampliamente reconocido por su labor radiofónica de difusión de la poesía, Javier Lostalé es también, o sobre todo, uno de los más intensos poetas de la generación de los setenta. El amor, la muerte, el tiempo, la soledad, la vida que se vivió y la que no se vivió, se escriben en este nuevo poemario titulado ‘Cielo’ -que publica la Fundación José Manuel Lara en su colección Vandalia- , y lo hace el autor con un lenguaje tenso y bello, de enorme carga emocional.
Podemos leer estos poemas como un ajuste de cuentas del poeta consigo mismo, o como las palabras que forman un testamento. Lostalé se mira en el espejo de los años y ve que las heridas y las pérdidas son las líneas que forman su rostro, pero sobre todo aquel que ya no está, el que murió, el que se sepultó en la sombra. El autor destacó de ‘Cielo’, en la reciente presentación ante la prensa en Madrid, que se trata de un trabajo en el que “el poema tiene una vida propia y autónoma”, pero también es el resultado de un “combate entre el poeta y el lenguaje”.
Para Javier Lostalé, ‘Cielo’ es “tanto un ajuste de cuentas como un testamento, pero, sobre todo –indica el poeta- existe en él un impulso al ‘borramiento’, una entrega a lo que ya no tenemos o nunca tuvimos, pero en lo que realmente fuimos y somos. Asimismo el pulso de lo invisible está presente en este libro, que forma una trilogía con los dos anteriores ‘Tormenta transparente’ y ‘El pulso de las nubes’”. La evolución del poeta, el desarrollo de su estilo, también es palpable en ‘Cielo’ porque el intento de despojamiento y la concisión deben, en su opinión, estar siempre “en el horizonte del autor a la hora de crear, si bien es cierto que en los primeros poemarios la tensión autobiográfica es mayor y ello conduce a una expresión más desbordada”. Pero con el paso de los años “el yo se debilita y se encarna en un tú, con el distanciamiento que ello supone. Esto –explica- nos lleva a prescindir de lo anecdótico y a buscar lo esencial que, en mi caso, conduce a desvanecer la figura del ser amado para, paradójicamente, alcanzar la fusión absoluta con él. Todo ello mediante un lenguaje lo más desnudo y sintético posible”.
El amor, la muerte, el tiempo o la soledad son los temas que predominan en sus poemas, “temas universales, pero con una modulación distinta en cada ser humano, y por tanto también en cada creador. A lo que debemos añadir tanto la forma como el lenguaje utilizado. En mi poesía, la columna vertebral es el amor, o quizás el desamor, y siempre intento ir más allá de una presencia convirtiéndolo en una indagación sobre el acto de existir, apoyada tanto en elementos emocionales como sensoriales y reflexivos”.
Su trabajo como periodista, en Radio Nacional de España, le mantuvo en silencio desde 1981 hasta 1995, lo que no implicó que no escribiera. En realidad, aun en los períodos de silencio, no dejó de crear. “Sí es cierto que mi entrega a mi trabajo me producía cada día un cansancio que no era la situación más propicia para que la poesía me habitara, pues su advenimiento, creo, necesita un especial estado de espíritu. En este sentido tuvo una repercusión negativa, pero me compensó el enriquecimiento derivado del trato con grandes escritores, de los que no he hecho sino aprender, y con la satisfacción de haber dedicado muchos años a la promoción de la lectura”, reconoce.
Y esta faceta profesional también le ha servido para conocer algo más a los lectores. “El buen lector de poesía –dice- es fiel a sus poetas y tiene la capacidad de amanecer con cada nuevo libro. Y aunque no figuran en las estadísticas, son muchos los que leen en las bibliotecas públicas, o sacan de ellas un poemario. Un mismo libro de poesía pasa de unas manos a otras con más asiduidad que una novela. En fin: soy optimista sobre este género del que es devota una inmensa minoría”. Javier Lostalé cree que la poesía más joven es muy plural, “y hay una serie de nombres con un claro horizonte. Me refiero a la escrita en soledad y quietud, sin prisa por publicar, al margen de las redes sociales. Respecto a los cantautores que también publican libros de poesía, son buenos letristas, pero la creación poética tiene otra dimensión. Y los miles de libros que venden, creo que se debe a que tienen más que verdaderos lectores a fans, que se guían principalmente por los personajes más que por sus textos”. Y no duda al afirmar que “las redes sociales, tan importantes para la información, son con frecuencia instrumentos de confusión sobre la verdadera literatura. En todo, hay excepciones, y siempre existe mi respeto para quienes respondiendo a una necesidad vital escriben. Y desde luego para los cantautores, muchos, y algunos muy buenos”.
Adscrito a la generación de los setenta, cree que esto obedece a un criterio “sobre todo biográfico y de amistad. He aprendido mucho de compañeros de generación, pero también de otras genera-ciones. El poeta siempre es único en su creación, aunque no pueda aislarse de su contexto histórico y personal. El poeta verdadero tiene su propia voz, y por ella debe ser reconocido. Conoce sus limitaciones y su verdad se mide por la capacidad para admirar la obra de los demás”.