“No recuerdo un día en que no haya buscado libros”, confiesa Juan Bonilla, que refiere en estas páginas la historia de una pasión –un vicio o un deporte, la bibliomanía– que es también, o sobre todo, una forma de vida. ‘La novela del buscador de libros’ es el título de este nuevo trabajo del escritor gaditano, que publica la Fundación José Manuel Lara, un texto que no pretende ser ni una apología ni un ensayo histórico, solo una memoria desordenada. Anécdotas, recuerdos, libros y librerías, innumerables pesquisas y muchas historias asociadas componen esta suerte de autobiografía. Considerado uno de los narradores más brillantes de su generación, Bonilla vuelca en esta memoria su larga y apasionada experiencia como cazador de libros, un relato que interesará a su lectores habituales, pero también a los amantes de las ediciones impresas.
-¿Escribe en este libro sobre una pasión, un vicio, un deporte…? ¿Cómo lo definiría
– Es un vicio, sin duda, pero los vicios también pueden apasionarnos. Y hombre, un deporte también porque hay que hacerse muchos kilómetros aquí y allá y cargar toneladas de papel para sacar un cuadernito escondido allá abajo. Tiene algo de narcótico, no digo que no, pero también su punto de estupidez que te hace preguntarte, en serio, ¿para qué quiero yo este libro que ya he leído solo porque es la primera edición que es exactamente igual que la segunda que ya tengo? Pero también es cierto que muchos, muchísimos libros o los lees en primera edición o no los lees, porque resulta que no hay otra
-La historia de este libro, lo que se recoge en él, ¿es también la historia de su vida?
-Bueno, de alguna manera sí, digamos que es una zona solamente, teniendo en cuenta que empieza en la adolescencia y llega hasta ayer mismo y hay viajes y amigos y, naturalmente, mucha experiencia biográfica.
-¿Cómo comenzó todo? ¿cuál fue el primer libro que recuerda haber encontrado, perseguido, buscado?
-Creo que fue los ‘Cantos de Maldoror’ de Lautreamont, porque hablaba de él maravillas Pere Gimferrer, y de repente me sacudió esa electricidad de necesitar leerlo. Ahora hay varias ediciones y se encuentra fácil en un minuto, pero entonces solo había una traducción argentina y una española de los años veinte. Tardé muchísimo en alcanzarlo.
-¿Recuerda algún título, algún volumen especial que se le haya resistido? ¿Que no haya podido conseguir?
-Lamentablemente son decenas. A veces se me resisten porque tienen precios imposibles para mí, y otras se me resisten porque parecen haber sido borrados de la faz de la tierra. Pero lo bueno es que, como son tantos, siempre se puede llevar uno la sorpresa de que aparezca alguno de los que busca. Me dan mucha pena esos bibliófilos a los que solo les faltan dos o tres piezas para completar algo. Debe ser un aburrimiento buscar solamente dos o tres títulos.
-Entre los bibliomaníacos/bibliófilos, ¿hay grandes competiciones? ¿siente que hay algo de batalla, de estrategias, de suerte?
-Sí que las hay, naturalmente, sobre todo en los lugares donde lo que se merca no está protegido por precios imponentes: en los mercados callejeros, en El Jueves, en El Rastro, sí que hay competiciones y miradas de odio. En el resto de lugares, suele haber mucha deportividad, por lo menos en los que yo frecuento o considero amigos, aunque es inevitable que te den pellizcos de envidia cuando alguno te cuenta lo último que ha conseguido y a qué precio (si el precio es excesivo no te lo va a contar porque solo contamos las hazañas). Durante mucho tiempo pensé que era una cuestión de suerte pero qué va, siempre tienen más suerte los que más buscan (y los millonarios, los que hacen caso omiso del precio de una pieza porque pueden permitírselo).
-Para los que aún no lo han podido leer ¿cómo explicaría la estructura de este libro? ¿Se puede definir como una novela o son narraciones cortas? ¿Los capítulos van por títulos, por experiencias, anécdotas, viajes…? ¿una mezcla de todo?
-El libro está dividido en capítulos sí, pero no llevan títulos: quería que fuese una narración seguida y tratar los diferentes aspectos del vicio de buscar libros con respecto a mi propia experiencia: buscador adolescente, dependiente de librería, coleccionista de algunos autores raros, vendedor de mi propia biblioteca en épocas malas, librerías importantes, mercados latinoamericanos, y reflexiones acerca del propio objeto, el libro.
-Ha conocido a muchos bibliófilos como usted, imaginamos. ¿Recuerda a alguno especialmente? ¿Alguna anécdota que pueda adelantar o comentar?
-Claro, conozco a muchos y soy amigo de algunos, entre ellos los legendarios Abelardo Linares, Juan Manuel Bonet y Andrés Trapiello. En el libro cuento la extraordinaria compra de un ejemplar de la mítica primera edición de ‘España en el corazón’ de Pablo Neruda que realizó el coleccionista Bill Fisher y visito algunos lugares tan exóticos como una librería-burdel de Bogotá y una librería-peluquería de señoras que hay en San José de Costa Rica.
-Estos libros, ¿podemos considerarlos útiles de trabajo para usted, o son paraísos para el Juan Bonilla lector antes que escritor?
-Las dos cosas. Digamos que tengo cuarenta y tantas ediciones de ‘Lolita’ porque quiero escribir sobre el tratamiento gráfico que se le ha dado a esa novela a lo largo de la historia y por lo tanto las necesito, pero también las necesito porque para mí, como para cualquiera, el paraíso es dedicarme a lo que me gusta. Naturalmente muchos de mis libros tienen que ver con lo que he hecho -no podría haber hecho una antología del poeta Alberto Hidalgo sin conseguir sus primeras ediciones-, pero son muchos más los que no son estrictamente útiles de trabajo. En realidad una biblioteca es siempre la autobiografía de un lector, una autobiografía que solo ese lector puede leer.