El poemario del escritor granadino recoge en sus versos un discurso personal y colectivo a la vez
Cuarenta años después de la publicación de ‘Las cortezas del fruto’, libro inaugural y emblemático de la década de los ochenta, Álvaro Salvador entrega un nuevo poemario, el decimotercero de su trayectoria, que aúna muchas de las reconocidas cualidades de su escritura lírica y ahonda en el autorretrato de la edad madura que inició en ‘Fumando con mis muertos’, publicado también en la colección Vandalia.
Estructurado en cuatro secciones, ‘Un cielo sin salida’ -que se ha presentado con la colaboración del Ateneo de Granada y que se encuentra ya en todas las librerías- se inicia con una serie de «nuevas canciones del outsider», en alusión a otro de sus libros anteriores, y concluye con un espléndido poema largo, «El día que mataron a Sharon Tate», donde se ejemplifica muy bien la capacidad del autor para unir lo personal y lo colectivo.
Fuerza, sensualidad, gracia, rabia, erotismo, claridad política, análisis crítico de la realidad y un impulso ético que da sentido a todo lo anterior y se constituye en el núcleo de la poesía de Álvaro Salvador, caracterizan una entrega que brilla con especial intensidad en el conjunto de su obra.
“Estamos ante un libro poderoso, hecho desde esa rara luz que la vejez nos regala no se sabe si como despedida o como incitación a insistir”, escribe Pere Rovira de ‘Un cielo sin salida’, libro de absoluta madurez de uno de los grandes poetas españoles de su generación, ya presente en el catálogo de Vandalia. Junto a Luis García Montero, el autor granadino Álvaro Salvador es el poeta más reconocido del grupo que abanderó la «otra sentimentalidad».
Alternando elegantes endecasílabos y alejandrinos blancos con poemas en verso libre, el autor ofrece “una conmovedora reflexión sobre el paso del tiempo, una mirada hacia atrás, recordando antiguos amores, amistades, ilusiones y traiciones con una nostalgia matizada a veces con ironía. La conciencia de la vejez y la muerte es al mismo tiempo una afirmación de la vida. Contempla el mundo simultáneamente desde dentro y fuera, desde un cielo cuya única salida es la poesía”, según escribe, Anthony L. Geist.
– ¿Cómo surge ‘Un cielo sin salida’? ¿Qué hilo conductor tiene el libro?
– Bueno, después de acabar ‘Fumando con mis muertos’,que era un libro bastante crepuscular y bastante duro, mi intención era escribir un libro de celebración, de exaltación de la vida, centrándome en mis recuerdos de infancia y de adolescencia que fueron bastante bucólicos, por una parte, y positivos, por otra. Pero no me salió. Se impusieron los poemas de este libro en el que se alternan los poemas luminosos con otros muy oscuros y algunos bastante críticos.
– Parece que sus poemas son una mezcla de madurez y vitalismo, de reflexión y compromiso, de experiencia y actualidad. ¿Responde esto a su estado actual? ¿Se siente ahora en un momento de revisión y ajuste de cuentas?
– Acabo de cumplir 70 años. A esta edad es inevitable tener un cierto tono de revisión y hacer algunos ajustes de cuentas. “Se canta lo que se pierde” decía Machado, y a esta edad con mucha más razón. Pero me alegra el haber comprobado en recitales (tengo un espectáculo con estos poemas) y en lecturas privadas que los lectores perciben estos versos como muy jóvenes y vitalistas. Eso me satisface porque el día en que no sienta que estoy intentando algo nuevo, dejaré de escribir
– ¿Cómo cree que ha evolucionado su lenguaje poético hasta llegar a este libro?
– Sin duda he ganado en seguridad, en seguridad de lenguaje y de tono. Es lo que se llama oficio, pero entendiéndolo, no de un modo peyorativo, sino como una herramienta poderosa para plantearse nuevos retos. En el libro hay algún poema que podemos considerar experimental, una especie de homenaje a uno de los más grandes: César Vallejo.
– ¿Sigue sintiendo que es partícipe de alguna corriente literaria?
– Sí, por supuesto. Yo me inicié en la neovanguardia de los años sesenta y luego di un giro de ciento ochenta grados hacia una poesía más comunicativa, más coloquial, más clásica en cierto sentido. Esa es mi tradición, aderezada por un sentido crítico muy agudo, dirigido incluso hacia mis propias convicciones cuando se lo merecen.
– ¿Por dónde caminan ahora sus gustos literarios? ¿Existe algún poeta que le haya influido recientemente?
– En general, mis gustos literarios siguen siendo más o menos los mismos y las relecturas son muy gratificantes, pero los que sí que me enseñan, al margen de los poetas en otras lenguas, que siempre enseñan algo, son los jóvenes. Pero los jóvenes que apuntan ya a verdaderos escritores, como Rosa Berbel, Olalla Castro, Javier Calderón, etc., y no esos otros que pululan con pseudoliteratura por las redes.
– Lo que estamos viviendo estos meses, que nunca nadie podría haber imaginado, ¿marcará también su forma de vivir, de escribir?
– No lo sé. Todavía estoy en la fase de la estupefacción, pero supongo que esta pandemia va a poner en duda muchas de nuestras convicciones, de nuestras seguridades. El concepto mismo de Civilización, ¿qué puede significar si de pronto un simple virus nos envía de la noche a la mañana a la Edad Media? Supongo que de aquí se alimentarán muchos temas y motivos literarios. Espero que con seriedad y profundidad.