Juan Vicente Piqueras llega a la colección Vandalia con su poemario ‘Narciso y ecos’

Se incorpora a la colección Vandalia una de las voces más reconocidas y prestigiosas de la poesía española contemporánea: el escritor valenciano Juan Vicente Piqueras. Y lo hace con un libro titulado ‘Narciso y ecos’, formado por poemas, aforismos y fragmentos en prosa que deslumbra por su originalidad y la hondura de su discurso. Escrito en Roma, reescrito en Atenas y corregido en Argel, entre 2007 y 2017 (su trayectoria profesional en el Instituto Cervantes por medio mundo ha dejado huella en su obra), este libro plantea una personal versión del mito de Narciso y a la vez una reflexión sobre uno de los más agudos males contemporáneos, el narcisismo. De igual manera que Narciso se refleja en la fuente, el autor se reflejó en el mito, y ambos en la fuente de la página, en un juego de espejos y espejismos que cifra el origen de una herida, de una enfermedad: la condena del ser humano a pasarse la vida solo.

Juan Vicente Piqueras habla de un mal solitario que aísla y aleja al ser humano moderno, que convence a quien lo padece de ser el centro del mundo y a los demás en ecos que lo llaman echándolo de menos. Antonio Machado tuvo claro que un corazón solitario no es un corazón, dejó en el aire la pregunta de Narciso –para qué sirve la sed– y nos advirtió para siempre de que en nuestra soledad vemos cosas muy claras que no son verdad. De lo que ve Narciso en su soledad trata este libro.

– ¿Cómo se ha producido la gestación de este libro? Parece ser que es el fruto de diez años de trabajo.

– Fue una gestación larga y obsesiva, una especie de embarazo que no acababa nunca. Como un embarazo de mí a mí mismo que no va a ningún lado, que no me llevaba a cabo. Nació de mi obsesión por el mito de Narciso y de un persistente malestar por el mal que de él se deriva y que impregna nuestra época: el narcisismo. La obsesión viene de lejos, pero se convirtió en materia de análisis y estudio a principios del milenio cuando todavía vivía en Roma, siguió en Grecia del 2012 al 2017, y las últimas versiones son de Argel en los últimos años. En todos estos años ha vivido mil formas y accidentes, pero sobre todo dos fases: la primera de acumulación de materiales, de estudio, en que creí que el libro acabaría siendo un ‘Tratado sobre Narciso y narcisismo’, y la segunda de despojamiento, poda y eliminación hasta dejarlo como está, en los huesos, como se quedó Narciso ante la fuente.

– ¿Qué relación guarda este libro con los anteriores de su trayectoria poética?

– Creo que es un libro distinto, un tanto raro, híbrido, en el sentido de mixto y en el de monstruoso, pero hay en él inevitablemente temas y obsesiones que me acompañan desde siempre y aparecen en toda mi obra: la sed, el desierto, el agua, los espejos, los pozos, la huida de lo que se necesita, la soledad, el amor imposible, lo fatal, el quién soy, el qué hago yo aquí, el dónde, el cuándo, el no tener un lugar en el mundo, y la voluntad de ser preciso y musical al expresar este desasosiego.

– Hay textos en prosa, poemas, aforismos… ¿qué ha motivado la elección de cada género o estilo formal?

– El libro nació de una obsesión global que se expresaba en diferentes formas: poemas, aforismos, pequeños cuentos, epitafios, reflexiones, versiones del mito… no elegía yo las formas, venían como les daba la gana según el momento, el día o el periodo, es el resultado de un proceso largo, demasiado largo.

– El narcisismo es uno de los grandes males del hombre contemporáneo ¿qué cree que nos ha empujado a llegar a este extremo?

– El ser humano es el único animal que se pasa la vida hablando solo, consigo mismo. Ante el espejo, ante la página, en la soledad de su cuarto, consultando con el mar o con la almohada, imaginando, soñando, esperando, temiendo, vive rodeado de voces que vienen de sí mismo. Tal es la gravedad de ese vicio que acaba hablando consigo mismo incluso cuando habla con los demás y deja de escuchar lo único que podría salvarle: la voz de los demás… la voz de otra vida, no los ecos de la mía. La soledad en las sociedades modernas es extrema, porque creemos no necesitar a nadie, aspiramos a ello, nos convencemos de que podemos vivir solos y hasta hemos construido el nuevo mito del solitario feliz. Hemos olvidado que un corazón solitario no es un corazón. Que la soledad es un destino inevitable no una aspiración deseable. Esta es la Edad de Narciso y de Onán. Y creo que las nuevas tecnologías y las redes sociales han agudizado esa soledad, y el abismo abierto entre quienes somos y quienes creemos que somos. Se venden como instrumentos de comunicación y nos aíslan cada día más, de manera alarmante.

– ¿La soledad del ser humano, entonces, es protagonista esencial de estos poemas?

– La soledad es el tema de este libro, y de la vida humana. Nacemos solos y morimos solos, y al mismo tiempo no. Necesitamos salir de la cárcel del yo. Necesitamos un nosotros. Y ya no hay nosotros. Yo, por ejemplo, ya no soy de los nuestros. Ya no tengo nuestros. Tenemos sed de amor, sed del agua que somos, sed del oasis que hay en el desierto de al lado, sed de salir de nosotros mismos. Sentimos que la felicidad está fuera de nuestro laberinto interior.

– Usted ha comentado que los cambios de escenario a lo largo de su vida profesional se han reflejado también en su poesía. ¿Sigue siendo así?

– Creo que los lugares son decisivos. Son dioses anteriores a los dioses, y tienen una fuerza que nos influye porque nos incluye. Mi poesía es una odisea de bolsillo a través de lugares que acaban entrando en mí y marcándome para siempre: mi aldea, Roma, Atenas… El último ha sido Argel. A Lisboa acabo de llegar, soy aquí un recién nacido, pero me siento extrañamente como si hubiera regresado.

– ¿Cree que la poesía va más allá de la literatura? ¿Está de forma natural en nuestra propia vida y nos traspasa al mismo tiempo?

– La poesía no es solo un género literario. Es la esencia de la vida. Sin poesía la vida es un error, mejor dicho: es imposible. La poesía es la gracia y el misterio de la vida, el temblor que hay en todo lo que vive, la gota de miel que hay dentro de cada cosa. Yo aprendí poesía antes de aprender a leer. Mi madre me cantaba nanas, canciones, coplas, cantilenas… Hay pueblos sin literatura pero no hay ninguno sin poesía. El habla cotidiana está llena de poesía inconsciente. Decir que estás “entre la espada y la pared” es un verso digno de Shakespeare. Cada palabra encierra un poema si sabemos sentirlo. La poesía es mucho más que los libros de versos, donde a menudo brilla por su ausencia.

– ¿Qué autores han ejercido influencia en su vida o en su creación literaria? ¿Van cambiando libros y autores de referencia?

– Son muchos y han ido siendo más con los años. Homero, Safo, Ovidio, Catulo, Lucrecio, los trovadores provenzales o galaico-portugueses, ese poeta llamado Anónimo, autor de algunas de las mejores obras de la poesía universal,  John Donne, Quevedo, Lope, Pessoa, Lorca, Cirlot, Szymborska, Anne Sexton, Holan, tantos… Poetas que influyeron en mí personalmente con su obra y con su vida, porque los conocí y los frecuenté, fueron Carlos Edmundo de Ory, José Hierro, Félix Grande, Izet Sarajlic, Tonino Guerra, mis padres…