El nuevo título de la colección Vandalia se presenta esta semana en Cádiz
Ha comenzado el año 2019 con la publicación de un nuevo título de la colección Vandalia, ‘Introducción al límite’, de María Alcantarilla, una de las voces más poderosas y singulares de su generación. En su escritura lírica confluyen la mirada de la artista visual y una honda veta reflexiva. Este libro ahonda en las costuras incómodas que van tejiendo la manera en la que el hombre suele definirse, generalmente por negación de lo ajeno y contraposición de sentimientos y experiencias. El sano y el enfermo. La obligatoriedad de aparentar felicidad o desamparo. La condición de cuidador o de atendido. La soledad frente al grupo de referencia. La orfandad y la familia. Lo que es bueno frente a lo que suele catalogarse de éticamente reprobable. El poemario -que acaba de ser presentado en Madrid y que ahora se presenta en Cádiz (miércoles 30 de enero, en la sede la Fundación Carlos Edmundo de Ory- se articula en cuatro partes relacionadas con la propia naturaleza humana, desde la muerte –física o mental– al nacimiento, un ‘viaje’ en el que el dolor ocupa un lugar preponderante, no como estado lastimero sino como estación de paso que le da sentido al trayecto.
— ¿Cómo surge este libro? ¿Qué hilo conductor tiene?
— ‘Introducción al límite’ surge hace unos años ante la necesidad de comprender ciertas inercias vitales o ciertas formas de enfrentarnos a determinados acontecimientos como pueden ser la enfermedad o la muerte, entendidos ambos en su sentido más amplio. Es decir, ¿qué implican realmente? O, más allá: ¿qué son? El hilo conductor, por tanto, es una suerte de sentimentalidad que oscila entre lo que nos enseñan, la forma en que nos dicen que tenemos que aprehender estos hechos y, por otro lado, la forma en la que realmente impactan sobre nosotros. Desde el propio nacimiento hasta las despedidas que se van sucediendo poco a poco. En mi caso, en estos años, han sido varias.
— ¿Qué temas diría que predominan: el dolor, nuestra imagen ante los demás, la muerte…?
— Creo que el tema que articula este poemario es el lenguaje como forma de construir, en primer lugar, una identidad y, en segundo lugar, un marco relacional con el resto de personas que nos acompañan. El lenguaje como forma de opacarnos pero, también, como forma de reconstruirnos más tarde, cuando logramos deshacernos de ciertas etiquetas, de ciertos conceptos aprendidos para empezar a buscar aquellos que nos son propios. De ahí la enfermedad o la muerte como tránsito, casi como necesidad para revertir nuestra historia y, en cierta manera, volver hasta el principio limpios de conceptos ajenos.
— ¿Hasta qué punto es autobiográfico? ¿son reflexiones sobre su propia vida? ¿sobre sus propias experiencias?
— Supongo que es imposible deslindar el día a día de la escritura. Las referencias pueden ser directas o indirectas, pero siempre hay mucho de quien vive en lo que se narra. ‘Introducción al límite’ es, un poco, una manera de purgar (o de sanar) todo aquello que no digo porque fuera del marco poético, además de inentendible, perdería sentido. El tiempo de la lectura es diferente al tiempo de la escucha. Creo además que, quien consagra su código al oficio de escribir, ha aprendido un idioma del que le resulta muy difícil desprenderse: entiendes que hay cosas que solo se pueden decir de esta manera.
— ¿Cómo cree que ha evolucionado su lenguaje poético hasta llegar a este libro?
— Creo que hay más limpieza, menos vaivenes en el orden interno. Aunque, en ocasiones, sigo siendo un tanto abstracta, me parece que en este libro hay un esfuerzo por traer la idea a tierra, por trabajar la imagen, por abrirme de verdad hacia el lector y hacia mí misma.
— ¿Cómo es su experiencia dirigiendo el Aula de Escritura Autobiográfica de la Universidad de Cádiz?
— La experiencia no puede ser más nutritiva. Estar en contacto con otras personas que tienen la valentía de contar su historia (y de entenderla de otro modo), de escribirla, de compartirla en grupo, me ha enseñado muchísimo en estos tres años. Por ejemplo, que todos deberíamos aprender a escuchar con un poco de más cariño y de atención a quienes nos rodean. Lo que tachamos de trágico en nuestras propias vidas no tiene, ni mucho menos, esa categoría. Por otra parte, estar en contacto cada semana con los alumnos (ya somos más de cincuenta) me recuerda todas las posibilidades que tenemos cuando aunamos fuerzas, cuando, lejos de sentirnos solos, entendemos que hay otras muchas personas que nos aprecian, con las que podemos compartirnos y, sobre todo, de las que podemos aprender tanto. Además, está muy bien que quede constancia de todas estas historias (porque también las editamos). En primer lugar, para que las generaciones futuras puedan comprender de dónde vienen y, en segundo lugar, para que la historia “oficial” deje de pesar tanto frente a la individualidad y al día a día.
— Alterna la escritura con otras manifestaciones artísticas como la fotografía. ¿También hay poesía en sus imágenes? ¿Son dos formas de expresión al mismo nivel?
— Me parece que la poesía y la fotografía comparten un código íntimo que es la síntesis de la imagen. Curiosamente, cuando miramos una fotografía no hay tiempo, el pasado y el futuro están ausentes frente a un encuadre que, sin embargo, nos habla. Algo así sucede también con la poesía: debería tender hacia lo atemporal, es decir, saltar de un marco cerrado hacia la posibilidad infinita de ser leída en cualquier momento y que su sentido permanezca intacto. Por otra parte, la manera en la que poesía y fotografía pueden complementarse me parece mágica. Ampliar los significados, como un altavoz que sea capaz de llegar a más gente, es mi objetivo.