El escritor publica en la colección Vandalia ‘La geometría y el ensueño’, una novedosa antología de poesía taurina
Una muestra de poesía taurina. Ni más ni menos. Esto es ‘La geometría y el ensueño’, el último libro de la colección Vandalia, una antología realizada por el escritor Carlos Marzal, poeta y ensayista, además de buen aficionado a los toros. Esta recopilación de poemas –que presenta ahora la Fundación Lara- prescinde de los más clásicos y obvios para presentar una selección que sorprende tanto por el autor del texto como por la visión que de la fiesta puede ofrecer. “A la poesía taurina le conviene ser menos taurina y más poética”, ha dicho el propio Marzal.
La propia riqueza de la fiesta llamada nacional, tanto desde el punto de vista estético como desde su visión más emocional, ha ocultado otras facetas que esta antología quiere desvelara l lector. Ha buscado la sutiliza, la levedad y, al mismo tiempo, el núcleo esencial de la tauromaquia. ‘La geometría y el ensueño’ es una antología muy personal por la que transitan poemas de José Hierro, Pablo García Baena, Vicente Núñez, Fernando Quiñones, Aquilino Duque, Felipe Benítez Reyes o María Victoria Atencia. Los poemas se ofrece siguiendo una ordenación “más o menos musical, con la intención de crear un compás, una emoción, que nos transporte a un profundo ensueño”, explica Carlos Marzal.
– ¿Es usted aficionado a los toros o sólo a la poesía taurina? ¿Cómo y por qué se produjo ese acercamiento?
– Soy aficionado a los toros desde hace muchos años y trabajé durante bastante tiempo dirigiendo la Campaña Cultural Taurina de la Diputación de Valencia, con un grupo de amigos. El universo de los toros, para mí, consiste en una variedad del arte. Por eso el interés por la poesía taurina no representa más que una forma más de profundizar en mi principal interés: el arte y la vida, que son a fin de cuentas una y la misma cosa. Por otro lado, como lector de poesía y poeta en ejercicio, estoy obligado a conocer lo mejor posible mi tradición, y sin la alta poesía taurina no es posible decir que se conoce.
– ¿Qué tienen en común la poesía y la tauromaquia?
– La poesía y los toros constituyen dos formas de intensidad estética, dos maneras de hacer más hondo nuestro paso por el mundo, dos métodos para asomarse al misterio de estar vivo. Los destellos de una gran faena pertenecen al mismo ámbito emocional que los fogonazos de un buen poema.
– ¿Se puede transmitir a las nuevas generaciones la emoción de la poesía taurina al margen de que seas o no aficionado a los toros?
– La poesía taurina creo que puede entenderse también como un gran “tópico” literario, igual que durante muchos siglos la pintura religiosa fue un motivo obligatorio para los artistas, al margen de sus creencias. Igual que no hace falta ser meteorólogo para disfrutar de un poema sobre las nubes, ni astronauta para apreciar uno sobre las estrellas, no hace falta ser aficionado taurino para darse cuenta de que el ‘Llanto por Ignacio Sánchez Mejías’, de Lorca, constituye un excelente poema.
– ¿Cómo explica ese criterio ‘musical’ que sigue la ordenación del libro?
– He ordenado los poemas atendiendo a mi propio oído, y no, como suele hacerse, colocando los poemas de los poetas por orden alfabético o cronológico. He querido dar variedad a la lectura, crear un ritmo lector distinto, que entretenga y cree intensidad.
– ¿Qué poetas que se hayan dejado seducir por la tauromaquia pueden sorprender al lector en esta antología? ¿Qué criterio ha seguido para seleccionar a los autores?
– He prescindido de los grandes poetas de finales del XIX y comienzos del XX, porque están en la mente de todos y figuran en todas las antologías. El criterio cronológico -no siempre respetado- es incluir poetas a partir, más o menos de la llamada Generación del 50. Hay grandes poemas de poetas muy conocidos, curiosidades de poetas muy famosos y poemas excelentes de autores casi invisibles. Todo lo que hay en la antología me gusta, porque ese ha sido el verdadero criterio de selección: publicar sólo poemas de mi interés. No soy ni un erudito ni un profesor, por eso he reunido lo que me gusta, sin apetito de exhaustividad. Aquí hay poemas excelentes de José Hierro, de Claudio Rodríguez, de Ángel González, de Fernando Quiñones, de Aquilino Duque, de Juan Luis Panero, de Felipe Benítez, de Manuel Vilas. Puede que la mayor sorpresa, al menos para mí, sean los poemas de José Alameda.
– Emoción, geometría, esteticismo… ¿Se puede hacer poesía taurina sin tener en cuentas estas premisas?
– No. La poesía es geometría (ritmo, música, precisión, leyes) que debe emocionar a los lectores. Al menos para mí. El arte es una emoción estética. La literatura representa una aventura verbal que quiere explicar nuestro paso por el mundo, y se dirige lo mismo a la inteligencia que al corazón del espectador.
– ¿Qué culpa tiene la poesía de la buena o mala imagen de la fiesta de los toros?
– La gran poesía taurina constituye una razón más para acercarse al universo de lo taurino. Nadie se convence de nada de lo que no quiera convencerse. Yo no quiero convencer a nadie de los cientos de motivos que se me ocurren para ser partidario de los toros. No soy predicador ni empresario taurino. Sólo quiero que se acerque a ese mundo quien sienta atracción por él, y que nos dejen en paz a los que ya estamos atraídos.
– ¿Y de la leyenda creada en torno a algunos toreros?
– El toreo es leyenda; es decir, literatura. Sin el relato, sin la gran literatura taurina de todos los tiempos, veríamos el toreo de otra forma: más pobre, menos glorioso. Lo que se cuenta de los toros constituye una de las partes más importantes de su naturaleza. Los toros son literatura también.