“Este libro es una única y larga canción de amor”
Las casualidades literarias se agolpan esta vez ante la puerta de un autor reconocido por la crítica y los lectores como una de las voces más prestigiosas de la literatura española contemporánea. Se trata de Álvaro Pombo, de quien podemos ver publicada en Editorial Planeta su última novela, titulada ‘Virginia o el interior del mundo’ en la que vuelve a demostrar su excepcional manejo de la prosa y de la arquitectura narrativa, al mismo tiempo que la Fundación José Manuel Lara pone al alcance de los lectores en su colección Vandalia el libro de poemas ‘Los enunciados protocolarios’, quinto poemario del autor santanderino, que el autor presentó en Sevilla.
Menos divulgada que su obra narrativa, la poesía de Álvaro Pombo resulta de obligado conocimiento a la hora de entender las raíces de su mundo literario, y a ella regresa después de dieciséis años sin publicar obra nueva. Este quinto poemario del autor santanderino puede leerse como una profesión de fe en el amor, un emocionado recuento que pasa revista a los triunfos y las derrotas, alternando el recuerdo estremecido de los días de plenitud con la melancolía de las pérdidas sucesivas, evocados por una voz personalísima que se cuenta entre las más originales de la poesía española contemporánea. Bajo su apariencia libérrima, los versos de Pombo siguen un riguroso patrón musical que recuerda el ritmo de la prosodia clásica, pero aplicada a la recreación de un universo lírico cuajado de asociaciones insólitas e imágenes sorprendentes, combinación única que da como resultado una poesía brillante, apasionada, rompedora y heterodoxa, rebosante de fuerza y de belleza. ‘Los enunciado protocolarios’ forma parte de la colección Vandalia ?considerada ya una de las más prestigiosas colecciones del panorama lírico-, que prosigue en su empeño de difundir la poesía española contemporánea y ahora nos presenta la voz personalísima de Pombo en una faceta menos conocida que la de narrador, la de poeta, indispensable para conocer mejor el mundo literario del escritor. Preguntado por el lugar que ocupa la poesía en el conjunto de su obra, Pombo responde que su importancia no se limita a los libros de versos, sino que se extiende, como por lo demás resulta evidente, a toda su producción literaria. Se aprecia por ejemplo en sus novelas, escritas en un lenguaje muy cuidado que persigue la palabra justa y concede gran valor al ritmo de la prosa, lo que se percibe con toda claridad si, como acostumbra hacer el autor, uno lee los pasajes en voz alta.
— Su vocación de poeta ¿es anterior a la de novelista?
— Mi vocación de poeta es ciertamente muy anterior a la de narrador. Está unida a una experiencia verbal (filosófica, por llamarla de alguna manera) que desarrollé al estudiar la especialidad de Filosofía. A mí me parecía que había un tránsito muy claro y poderoso entre las intuiciones filosóficas y las intuiciones poéticas. De joven leí con mucha atención a los poetas del 98, a los del 27 y a los del 36 (Valverde, Vivanco…) Y a los poetas ingleses, como Eliot, o al Rilke de las traducciones de Valverde. La primera vez que me impuse utilizar la forma narrativa expresamente fue alrededor de 1974, cuando empecé a escribir los relatos de Relatos sobre la falta de sustancia. Las narraciones me parecían más próximas al dramatismo ambiguo y contingente de la existencia. Y, en cambio, la poesía me parecía -introvertido como yo era entonces-, lo realmente esencial junto con la filosofía existencialista que leía.
— ¿Qué le ha impedido estos años publicar sus últimos poemas? ¿la dedicación a otros géneros, la falta de tiempo, cierto recatamiento a la hora de exponer reflexiones personales?
— Nada me ha impedido publicar poesía estos años. Sí es cierto que me he dedicado a escribir novelas con mucha intensidad, a razón aproximadamente de una novela cada año y medio. Y sí creo que hay una cierta diferencia en la disposición mental de quien se propone narrar una historia con detalle, respecto de quien se propone captar una emoción o una visión condensadamente, como se hace en la poesía. El Yo que habla en mis poemas -sobre todo en estos últimos de Los enunciados protocolarios- es y no es yo mismo. Yo creo que mi voz poética es una de mis voces hoy en día, y que lo poético profundo impregna todos mis escritos. No creo que mis reflexiones o declaraciones poéticas sean mucho más personales que mis declaraciones narrativas. Parecen más personales, pero lo son tanto o tan poco como cualquier otra declaración que aparece en mi prosa.
— ¿Guardan relación temática y/o de estilo los poemas que componen este nuevo libro?
— A mí me parece que este es un libro muy unificado que podría ser considerado como una única canción de amor larga; de hecho pensé titularla Canción de amor, pero luego me pareció que el título de ahora Los enunciados protocolarios añade un elemento de ironía y de distanciamiento que resulta atractivo.
— ¿Encierran estos poemas la explicación de toda su obra literaria?
— No, no reflejan toda mi obra. Todos los textos que escribo, cortos o largos, en prosa o en poesía, tienen una estructura fractal. Reflejan la totalidad de una experiencia unificada, en este caso la mía, pero no la resumen. Al no poder hacer nunca un resumen, la experiencia misma se fragmenta y resulta, a la vez, continua y discontinua. Disonante, en muchos casos. La disonancia es la constante estética más clara de casi todas mis reflexiones en poesía o en prosa. Desgraciadamente no podemos acceder a ningún resumen de nosotros mismos que nos diera, por decirlo así, una esencia ya lograda y dada toda de una vez. Todo final es, mientras dura la vida, principio de una nueva caminata que nunca termina hasta que llega la muerte y cada una de las etapas de la caminata son integrales que expresan la totalidad implícitamente, o la reflejan, pero que examinadas por sí mismas no servirían para explicar el desarrollo total entero de mi vida expresiva.
— ¿Son una reflexión sobre emociones, sentimientos y experiencias personales, o reflejan más el mundo exterior?
— En este libro, Los enunciados protocolarios, hay ciertamente una voz muy emotiva que habla de emociones, sentimientos y experiencias personales o que parecen muy personales. Y que reflejan el mundo exterior en perspectivas distorsionadas, en función del mundo interior. En un escritor subjetivo como yo, es verdad lo de Goethe: “Nada hay dentro, nada hay fuera. Lo que hay dentro, eso hay fuera”. Dicho esto, sin embargo, para cualquier lector que lea este libro con detenimiento, se hará muy evidente la importancia que le doy al paisaje exterior, a los sitios y los nombres geográficos que menciono con mucho detalle. Hay una gozosa inmersión en el mundo exterior en este libro. El mundo exterior es, en su exterioridad y dureza, casi un alivio muchas veces, un aliviadero, para la intensidad afectiva.