La Fundación José Manuel Lara publica un año más la obra ganadora del Premio Málaga de Novela, considerado uno de los más prestigiosos de todos los que se convocan en Andalucía. El galardón, que concede el Ayuntamiento de Málaga a través del Instituto Municipal del Libro, ha recaído en esta edición en ‘Un incendio invisible’, de la escritora Sara Mesa, obra que será presentada en Málaga el próximo 26 de septiembre y que luego protagonizará un acto en la librería sevillana Beta Imperial (C/ Sierpes), donde será presentada por el escritor Eduardo Jordá.
Se trata de una novela de atmósfera inquietante y perturbadora que retrata el vacío y lo absurdo de la sociedad contemporánea. A través de la búsqueda de un personaje en un mundo crepuscular, Sara Mesa consigue recrear la degeneración de una urbe de un futuro no demasiado lejano que puede servirnos de referencia y reflexión.
‘Un incendio invisible’ cuenta la historia de los últimos días de una ciudad, Vado, que está siendo repentinamente abandonada por sus habitantes. El protagonista es un reconocido geriatra, el doctor Tejada, que llega a la ciudad a ocuparse de la residencia de ancianos New Life justo cuando todo el mundo se está marchando. Además de su atracción por los fenómenos asociados a la decadencia, Tejada busca el aislamiento, la soledad, un lugar en el que protegerse de sí mismo y de su turbio pasado: “Me gustan los finales dilatados. Me gusta ver cómo agonizan las cosas. Y dado que mi vida está en sus últimos estertores, nada mejor que sentarme a contemplarla desde una ciudad como esta”.
No obstante, a pesar de que Vado es ya una urbe agonizante, Tejada no puede evitar entablar relaciones –dolorosas, frías, descompensadas– con algunos de sus habitantes, entre los que destacan la recepcionista de un gran hotel ya sin clientes, una niña de siete años y un investigador de los fenómenos migratorios.
Poblada de personajes situados al límite de la realidad, la novela habla, entre otros temas, de la creación de falsos imperios, estructuras aparentemente sólidas y pujantes que sin embargo pueden desmoronarse al menor tambaleo.
La sexta edición del Premio Málaga de Novela ha tenido un jurado formado por profesionales de reconocido prestigio del mundo de las letras: los escritores Ángeles Caso, Luis Alberto de Cuenca, Antonio Orejudo y Antonio Soler; Ignacio Garmendia, editor y crítico literario; y Alfredo Taján, director del Instituto Municipal del Libro, que intervino con voz, pero sin voto.
Desde la edición de 2007, la novela ganadora es publicada por la Fundación José Manuel Lara, según se desprende del convenio de colaboración firmado entre el Instituto Municipal del Libro y esta institución. El ganador de la primera edición fue Miguel Mena con ‘Días sin tregua’; a éste le siguieron Pablo Aranda con ‘Ucrania’; Eduardo Jordá, con la obra ‘Pregúntale a la noche’; José Ángel Cilleruelo, con ‘Al oeste de Varsovia’, y José Luis Ferris, galardonado con la novela ‘El sueño de Whitman’.
Entrevista con la autora
– ¿Cuál es el origen de esta novela, cómo surgió Un incendio invisible?
– Viene de una idea que me rondaba hacía tiempo inspirada en el caso de Detroit, ciudad que, como es sabido, ha perdido cientos de miles de habitantes en los últimos años. Me atrajo recrear la historia de una gran ciudad y, a través de ella y de su caída, poder hablar de falsos imperios, crecimientos desorbitados y decadencias. No obstante, Vado no representa en ningún modo las circunstancias particulares de Detroit; en este caso es una ciudad totalmente inventada que me sirvió como marco para describir personajes al borde de la realidad que subsisten en escenarios también al borde de la realidad.
– Su novela destila pesimismo ¿pertenece a una generación de desencantados, además de indignados?
– No creo que la novela sea particularmente pesimista. Quizá algunas de las conclusiones que puedan extraerse de su lectura lo sean, pero eso está más allá del libro y, dentro del escenario desolador en que suceden los hechos, también hay momentos de luminosidad y de humor. Al fin y al cabo, la novela cuenta una historia, la de una ciudad que está en proceso de desaparición, pero no plantea por qué la ciudad está siendo abandonada, qué hay más allá de sus límites o si existen otros horizontes más reconfortantes. Con esto quiero decir que esta novela pretende ser atemporal, no debe ligarse sólo al momento actual, aunque lógicamente la lectura que se haga ahora de ella partirá de unas claves interpretativas determi-nadas. Mi intención ha sido que la novela pueda leerse en otros contextos y adquirir otras interpretaciones complementarias, es decir, que no se agote con este tiempo. Respecto al desencan-to, ha existido siempre en la literatura, al igual que la fascinación por las ruinas.
– ¿Qué autores le inspiran?
– Muchísimos, de muy distintas procedencias, tiempos y estilos. Imagino que en todo autor hay una amalgama de influencias, que además no son solo literarias: también está el cine, por ejemplo, y todo lo que vemos en televisión, en internet y en nuestro día a día.
– La mezcla de un mundo real y ficción, mensajes pseudocientíficos y crípticos, personajes al borde del abismo, ciudades camino de la desolación… ¿Qué temas predominan en su obra?
– Me resulta difícil determinarlos, porque son temas que, más que elegirlos yo, se me imponen. De momento me interesan los espacios urbanos y cerrados e investigar cómo se comportan los personajes en estos espacios. Me gusta explorar en los límites del realismo, contar historias reales que pueden parecer inverosímiles, retorcer la realidad hasta extraer de ella toda su extrañeza. Pero puedo cambiar más adelante…
– ¿Cree que se ha producido en su trayectoria un salto definitivo de la narrativa breve a la novela? ¿Volverá al cuento?
– Claro que volveré; de hecho no me he ido, sigo escribiendo cuentos. No me gusta el término “salto” ni las diferenciaciones tajantes entre los géneros. El cuento o relato corto es un formato que me atrae mucho, como lectora y como escritora, y va a seguir siendo así.
– ¿Qué tiene de Sevilla la ciudad de Vado, en la que se ambienta esta novela?
– No mucho, y lo que tiene no es exclusivo de Sevilla, sino de otras muchas ciudades occidentales, como los centros comerciales, las franquicias, los cascos históricos transformados a la medida del turista, etc. Sí hay un rasgo que vincula a Vado más directamente con Sevilla, pero eso solo lo vi tras terminar la novela, y es el río y su puerto fluvial, uno de los escenarios más importantes –quizá el más lírico, el más simbólico- que de una manera casi inconsciente coloqué en mi ciudad inventada.
– ¿Por qué se presentó a este certamen? ¿Se aprende algo de los premios literarios?
– Me presenté porque es un premio prestigioso y serio, y porque deseaba que esta novela tuviera una visibilidad mayor que mis anteriores libros. De los premios literarios se aprende si se los toma uno con distancia. Nada más alejado de mi intención que construirme una trayectoria basada en premios. Sin embargo, reconozco que a veces son la mejor manera de publicar y de hallar esa visibilidad mínima