Javier Vela: “Este es sin duda mi poema más personal hasta la fecha; también el más turbador desde el punto de vista autobiográfico”

Vandalia publica ‘Cuando el monarca espera’, obra ganadora del XI Premio Iberoamericano de Poesía Hermanos Machado

El Ayuntamiento de Sevilla, con la colaboración de la Fundación José Manuel Lara, convoca este certamen internacional de poesía, al que se han presentado este año más de 540 obras

La colección Vandalia, que acaba de celebrar este año sus cien primeros títulos, contempla en su catálogo un año más la publicación de la obra gana­dora del Premio Iberoame­ricano de Poesía Hermanos Machado, que ha recaído en ediciones pasadas en José Pérez Olivares, Manuel Moya, Jorge Valdés Díaz-Vélez, María Sanz, Lutgardo García, José Manuel García Gil, Nuria Barrios, Aitor Francos, Victoria León y Juan Marqués. Convocado por el Instituto de la Cultura y las Artes del Ayuntamiento de Sevilla, con la colaboración de la Fundación José Manuel Lara, el galardón ha recaído en esta ocasión en Javier Vela por su libro ‘Cuando el monarca espera’.

El Premio asume el doble objeti­vo de promocionar la poesía en el ámbito iberoamericano y consolidar el prestigio de Vandalia, tanto en España como en América. Javier Vela estaba presenta ya en el catálogo de Vandalia con su anterior libro de poemas, ‘Fábula’. El jurado ha reconocido en la obra ganadora  que se trata de “un libro con profunda unidad, escrito en versículos de corte aforístico y lleno de imágenes poderosas, abstractas, de fondo hermético o metafísico, que inquiere en el oficio y la condición de poeta, la identidad, la tensión entre el silencio y la palabra creadora”.

Javier Vela recibe el XI Premio Hermanos Machado de manos del delegado de Turismo, Hábitat Urbano y Cultura del Ayuntamiento de Sevilla, Antonio Muñoz (Fotos: Luis Serrano)

Compuesto por un único poema dividido en fragmentos de cuño autobiográfico, ‘Cuando el monarca espera’ abre una reflexión sobre el oficio mismo del poeta en un mundo cambiante y azorado por la velocidad con que se alternan sus ciclos naturales, sociales y tecnológicos. A lo largo del libro, perteneciente al género de los “escritos sobre la escritura” y articulado mediante versículos de cariz aforístico y gran expresividad plástica, la imagen del monarca se dibuja como una vacilante proyección del destino del que nacemos súbditos y contra el que, más tarde o más temprano, hemos de rebelarnos.

En el intento de escudriñar su memoria y de dar testimonio de una vivencia íntima al tiempo que universal, Javier Vela restaura un flujo de diálogo con otras tradiciones literarias –de Giacomo Leopardi a Saint-Pol-Roux, de T.S. Eliot a Theresa Cha– que hace vibrar el poder de la palabra poética a fin de liberarla de las limitaciones que le impone la realidad, recordando al poeta el cometido de su ejercicio creador. 

  • ¿Cómo surge este libro y cuándo toma la decisión de presentarlo al Premio Iberoamericano Hermanos Machado?
  • El germen del libro surgió a principios de 2017 como extensión natural de un ciclo poético anterior, ‘Fábula’, cuya última secuencia estaba consagrada a la reflexión en torno a la experiencia y las posibilidades de la palabra creadora. Siempre he creído que buena parte de mi vida puede explicarse a la luz de un puñado de textos a los que vuelvo a menudo y cuya síntesis se encuentra en el origen de mi propia poesía y del modo en que esta ha ido desplegándose como un fenómeno orgánico dentro de mí. Durante mi adolescencia y primera juventud, era algo que trataba de mantener oculto con tal de no ser señalado. Después entendí que el ejercicio de la literatura, y en particular el ejercicio de la poesía, exige algunas renuncias con las que hoy me siento muy cómodo, pero que entonces me hacían sentir excluido. El poema dilata en todo caso nuestro concepto de la realidad, iluminándola, y nos ayuda a interpretar míticamente ciertas claves biográficas que de otro modo terminarían por obsesionarnos.
  • Puede explicarnos el título, ¿quién ese monarca que espera, y qué espera?
  • La imagen del monarca es simplemente una figuración simbólica del destino o de esa serie de circunstancias diarias que componen lo que llamamos destino, de la que somos súbditos y contra la que es nuestra obligación rebelarnos. Espera, desde luego, el día futuro en que cada persona haya de encabezar su propia revolución, que es un proceso que sólo puede operarse en la conciencia íntima del individuo y que por lo común cristaliza como una transformación paulatina de su identidad. El creador debe siempre sustraerse de las inhibiciones que lo real le impone. También de los excesos. Su ámbito de expansión es la república de un lenguaje prohibido o arrumbado en los márgenes que él mismo ha de fundar. El monarca es su némesis; mejor, su antagonista. Su presencia alimenta la voluntad a veces obsesiva de quebrantar su esfera de poder, que en muchos casos puede llegar a angustiarlo.
  • ¿Qué temas están presentes? Parece ser que destaca una reflexión sobre el propio oficio del poeta
  • Sí, el libro ahonda en cierta medida en nuestra propia forja como poetas, de la que no se logra salir indemne, a mi juicio, cuando la experiencia poética arraiga en uno con autenticidad. Hoy asistimos a ese ruidillo de fondo, especialmente molesto, que, como los cascabeles del gorro del bufón, trata de hipnotizarnos para que entremos sin oponer resistencia a formar parte de esa enorme cadena de producción sobre la que el mundo sigue instalado, y de la que ciertos autores participan se diría que sin empacho. Impera la dicción elemental, el texto plano, el pensamiento vago e impermanente: poesía de un solo uso, en fin. Es en ese contexto de general descreimiento en torno al hecho lírico donde hay que situarse para abordar este libro. ‘Cuando el monarca espera’ intenta abrir un cauce de diálogo con otras tradiciones que restaure las potencialidades míticas y simbólicas de la palabra poética y recuerde al poeta el cometido de su ejercicio creador. 
  • También hay cierta rebeldía al intentar liberar la palabra poética de sus limitaciones y actuar como un creador total…
  • Así es. En el libro, el sujeto poético tiende a manifestarse en tercera persona, huyendo de la enunciación tradicional que emplea la confesión como recurso y que hace que todo autor, más tarde o más temprano, acabe por enlodarse en el odioso revolcadero del yo. Este es sin duda mi poema más personal hasta la fecha, literariamente hablando; también más turbador, desde el punto de vista autobiográfico. Uno siempre está abierto a la canción de los otros. Toda poesía verdadera se contagia del espíritu de su tiempo, aun cuando se desvíe del estilo y el pensamiento imperantes.
  • ¿Por dónde caminan sus lecturas, sus gustos, sus escritores de referencia…?
  • Mientras escribía este libro en particular tenía aún muy presente la atmósfera de Genèses, de Saint-Pol-Roux, del Prufrock de Eliot o de Dictée, de Theresa Cha, entre otros; sería difícil hacer un recuento exhaustivo de los textos que me acompañaron durante todo el proceso. Al fin y al cabo, la poesía no sólo se nutre de lecturas, sino también y sobre todo de vivencias: lo que vemos y oímos, lo que experimentamos, soñamos o imaginamos, todo eso orbita a un tiempo en nuestro ánimo como planetas en una misma galaxia.
Pablo Morillo, director de la Fundación José Manuel Lara, junto a Javier Vela y Antonio Muñoz, en el Espacio Santa Clara, donde se presentó la obra premiada.